miércoles, 11 de enero de 2012

8 ½ - Los desvíados


   Sí, lo sé. Suelo colgarme con las historias, la importancia que provoca esto en un ex poeta es que solemos admitir que a veces todo se nos va de las manos. Nos interesamos por otro tipo cosas y la idea de que todo se vaya al carajo suele ser aún más frecuente. Reiteremos un poco: Noche en lo de Nacho, presentación de mi historia, diario, novela, cómo carajo quieran llamarle a este tipo  de documento de este niño enfermo terminal. Diagnóstico: Muerte cerebral, corazón frío y lavado de cabeza.
   Había vuelto de cortarme un poco el pelo, tipo Sid Vicious. Pero todos reían cuando me empezaban a decir que mi rostro no era demasiado rudo. Bueno, a la mierda mi sueño de estereotipo punk. Ahí inconscientemente volví a la imagen del niño raro mitad rata. Me pasaron un poco de marihuana, armé rápidamente un porro para ser el primero en fumar mientras tarareaba cada una de las canciones intercaladas de Radiohead y Joy Division. Saqué el encendedor de mi bolsillo y enseguida esparcí una humareda sobre el rostro de todos mis amigos. Ellos riendo susurraron: Drogadicto. Pero siempre para querer molestarme, a ellos les divertía mucho la escena mía justificándome que si quería podía dejar la marihuana, de que si quería podía irme bien en el colegio, de que si quería iba a poder hacer lo que quisiera. Poniéndome en el papel de auto-abogado, quería defender lo indefendible y justificar lo injustificable, yo era uno de ellos y ellos eran parte de mí. Yo también era un desviado.
   Harto de que se rían de mí, mandé a la mierda a más de uno. Enojado un poco por dentro y ya lo bastante loco, empecé a querer molestar a Nicolás que recién había llegado. Llegó medio exaltado diciendo que estuvo corriendo porque se había escapado de su casa y no quería que nadie lo vea en la calle, ya saben, por si acaso. La llegada de un amigo, siempre es un motivo de festejo, entonces a nuestra manera hicimos las cosas: Fumamos más, tomamos más y siempre estábamos al límite de todo.
   -Dejame en paz loquito- decía Nicolás cada vez que lo abrazaba riendo diciéndole que era un gran amigo.
   -¿Ya se puso sentimental?- preguntó Simón sabiendo que cada vez que yo estaba lo bastante puesto me daba por decirle a todos lo mucho que los apreciaba.
   -Este Teo no cambia más- agregó Nacho sacudiendo mi cabeza y ellos reían, entonces yo reía y todos felices.
   Era complicado ser un desviado. Siempre sentirse a un costado y siempre alejarse de lo que se tiene a mano: cariño, tranquilidad, reglas y todo era lo bastante necio para que nosotros nos sintamos pertenecientes al mundo. Juan se acercó a mí diciendo que tenía algo para contarme, yo estaba un poco mareado y lo bastante distraído para poner la suficiente atención que se merecía el tema: Sofía estaba enferma y él era el único que lo sabía. Pero, ¿Por qué? Si Sofía y yo sabíamos todo del uno y del otro. Ella no quería decírselo a nadie, decía que si moría iba a morirse de una manera digna de la vida que llevaba, sin preocupaciones. Él lo sabía porque su madre trabaja en la clínica de nuestra ciudad y pueblo chico infierno grande, incluso en la enfermedad; cuando a alguien le pasa algo tarda poco tiempo el pueblo en saberlo. Yo me quedé abrumado, totalmente en shock tras pensar lo que íbamos a tener que enfrentar: la pérdida de uno de nosotros, ¿estábamos preparados? Obviamente que no. Siempre quise ser el primero en morir para no tener que soportar pasarme los días recordando a las personas que más marcaron mi vida. Los chicos se dieron cuenta que hablábamos de algo importante, por eso de a poco se fueron acercando, pero por ahora eso tenía que ser un secreto, no debíamos decirlo porque a pesar de que Sofía era nuestra amiga, ella merecía cierta intimidad.
   Rápidamente cambiamos de tema y: -¿Qué tal si vamos a dar una vuelta?- preguntó Juan. Todos nos paramos rápidamente y nos dividimos en los dos autos que había. Yo fui con Luciano, Nacho y Simón. Mientras que Nicolás, Juan y Tomás fueron en el otro. Íbamos par a par tirándonos cosas de un auto a otro. Más rápido, más rápido, más rápido, a Luciano le encanta la velocidad, mientras que nosotros exaltados por el alcohol no dejábamos de gritar. Al pasar por el centro nos dieron ganas de seguir tomando un par más de cervezas y como vimos que el bar estaba lo suficientemente lleno nos bajamos para ver si pasaba algo distinto. La noche en mi ciudad es una continua monotonía, por eso todo depende el bienestar/malestar en el que uno se encuentra, nosotros siempre a la ligera, siempre de fiesta entramos al filo de una excitación hormonal. No pasaron ni diez minutos en el bar para cada uno ya perderse por su cuenta, algunos en la barra, otros en los sillones y los demás en la pista buscando compañía. Buscaba por todos lados a Luna, mientras que Nacho gritaba por una ronda de tequila, no pude decirle que no, nunca puedo decir que no. Sentados en los sillones, Nacho preguntó por Sofía. Haciéndome que había olvidado aquella conversación con Juan, evité la piel de gallina al oír el nombre de mi mejor amiga.
   -Creo que hoy no salía. Iba a quedarse viendo una película.-
   -¿De verdad? ¡Qué mal!- respondió Nacho y recuerden que yo aún no sabía todo lo que ellos habían pasado.
   Siempre algún que otro desviado quiebra en la noche, y aquella noche nos tocó a todos. Pues salimos afuera con Nacho para tomar un poco de aire y encontramos a Simón y a Juan que los habían echado del bar supuestamente por buscar problemas, pero éramos demasiado pacifistas como para buscar peleas, pero problemas en esa ocasión fue porque Simón había tirado un vaso hacia arriba para provocar una lluvia de cerveza sin pensar que eso enojaría a un par de personas que luego lo quisieron cocinar vivo, pero bueno, Simón sólo quería un poco más de fiesta. Sentados en la vereda de enfrente esperábamos a los demás. Nicolás salió solo, mientras que Luciano y Tomás trajeron a dos chicas de otra ciudad con nosotros. Nos subimos al auto y a pesar de que eran las chicas de nuestros amigos, las chicas nos hablaban a todos. Nos invitaron a la casa de una de ellas y con el permiso de Luciano y de Tomás fuimos, ellos podían negarse para tener sexo tranquilos, pero siempre fueron lo suficientemente divertidos como para que nosotros también disfrutemos.

   Luciano salió de una habitación y su chica se sentó a mi lado y empezamos a hablar, tranquilos, no es que iba a intentar conquistarla para tener mi primer experiencia sexual, recuerden también que yo era virgen. Pusieron un poco de música y Luciana, la apodé así porque nunca supe su nombre, sólo que vivía en otro lugar y se acostó con mi amigo, hizo un movimiento con su brazo para abrazarme vi que en su hombro derecho tenía un tatuaje de 8 ½.
   -Decime que es por Fellini el tatuaje y nos casamos ahora mismo-
   -¿Y por quien más si no?-
   -¡Guau! Es mi película favorita-
   -Que bueno. Yo estudio cine, dirección.
   -Yo tengo pensado estudiar cine también, pero quiero ser guionista.
   -¿Te gusta escribir?-
   -Si no escribo digamos que muero- y entre risas y humo cada vez hablábamos más.
   Llegamos a una confianza bastante importante como para apartarnos del resto y hablar más de cine. Fuimos a su cuarto, en realidad era el cuarto de donde estaban parando ellas los fines de semana, porque al ser más grande que nosotros vivían en Buenos Aires. Me mostró varias películas de su colección y les juro que esa colección no podía ser mejor, iban de Hitchcock al cine independiente, tenía una gran cantidad de películas de todas partes del mundo, de todos los tiempos. Podía pasarme días hablando con Luciana porque ella sabía muchísimo de lo que más me gustaba a mí.
   -Me caes bien pendejo. Vení sentate.-
   Me acerqué unos pasos a su cama y ella me besó. A Lucho no iba a molestarle que yo tenga relaciones con su chica, porque él ya estaba intentando acostarse con la que se había terminado de garchar Tomás. Luciana se puso encima de mí y mierda, ¿Por qué sólo me dedicaba a masturbarme y no a presenciar cabarets? Nos besamos apasionadamente, como si era la media naranja que ninguno había encontrado nunca. Pero a pesar de lo excitado que yo estaba y lo borracho que me encontraba se me vino a la cabeza el rostro de Luna. Saqué la mano de su espalda y dejé de besarla: -perdón. No puedo- le dije y sabía que al día siguiente iba a querer volarme la cabeza con una pistola doble caño por haber desaprovechado tal oportunidad de acostarme con una estudiante de cine y romper mi complejo del chico virgen. Otra vez mierda, a veces odiaba aquella presión por dentro de tal fidelidad. Ella se resistió a correrse y siguió besando mi cuello, pero: -está bien pendejo- y sacó su mano de adentro de mi pantalón. Momento incómodo, agaché mi cabeza para evitar sonrojarme y les juro que no sabía que decir, tenía ganas de tirarme de un edificio bien alto hacia la nada para no tener que excusarme. Pero ella no pidió explicaciones, solamente me dijo que quería compartir algo conmigo y yo pensé en decirle que quería mucho a una persona, que hacía mucho que estaba de novio o sino confesar mi virginidad. Pero rápidamente dio a entender que ya se le había pasado la idea del sexo, y de su bolsillo sacó una pepa y en su mesita de luz la partió en dos y me dio una mitad. Un poco de ácido siempre dije que no me vendría para nada mal, entonces la puse en mi boca y me dejé caer de nuevo en su cama esperando el viaje hacia el centro de mi imaginación.
   Por momentos pensé que era inmune al lsd, sentía el mareo del alcohol y la locura típica de la marihuana, Luciana me hablaba y yo le prestaba la perfecta atención por su recorrido de la discografía de The Cure, pero mi teoría del poder de la inmunidad frente al ácido se refutó automáticamente cuando todo empezó a cambiar de color. Mi visión caleidoscópica y mis risas constantes tras cada idiotez que decía, mis ganas de pararme y mis abrazos hacia ella, la besaba y le decía que le juraba que si yo no hubiese conocido a Luna me hubiese fascinado haberla conocido a ella. Los dos bastantes volados volvimos a la situación del casi-sexo, sólo paja. Y mi excitación no paraba, les juro, Luciana me hacía sentir un éxtasis hormonal por dentro. De repente Juan entró y: -Perdón- dijo entre risas y cerró la puerta otra vez.
   -La puta madre- dije.
   Ella sólo rió. Mi cabeza estaba en una parte muy lejos a mi cuerpo, tal desconexión  provocaba que no entienda absolutamente nada de lo que pasaba a mi alrededor, en treinta segundos creaba un mundo distinto, una realidad paralela a la verdad. Imaginaba mil situaciones distintas a lo que podía llegar a pasar depende de todo lo que haga, por más en vano que sea, algo imaginaba que iba a pasar. Y el mundo seguía girando, obviamente, nunca nada frena por nadie; pues, cuando me quise acordar Luciana estaba cantando en la otra cama una canción de The Cure que no podía recordar su nombre: I want to keep this feeling
                deep inside of me
                i want you always in my heart
                you are everything
   Salimos de la habitación y mis amigos ya se habían ido, era bastante tarde, ya había amanecido. Un poco enojado porque sabía que tenía que caminar y sentía que los hijos de puta me habían abandonado, tardé en razonar la situación de que Juan les había dicho lo que había visto al entrar por error en la habitación y me quisieron dejar un momento de intimidad para matar todo rastro de virginidad en mí, siempre mis amigos querían que la perdiera. Pero no había caso, yo era bastante conservador con el tema de mi primer relación sexual, quería que fuera más amor que calentura, aunque sabía que eso con el tiempo se iba a deteriorar por lo menos quería intentarlo.
   Me dijo que caminemos, yo le contesté que tenía que irme a mi casa, no quería ni mirar el reloj porque me imaginaba el rostro de mi vieja enfurecida intentándome ahorcar; siempre fui un poco exagerado, pero también mi madre siempre se preocupó demasiado. Como para que no, si a medida que crecía los problemas aumentaban, en mi casa yo era mudo y parecía un fantasma que no interactuaba con nadie pero a la vez nadie se acercaba a pedirme que gritara, que dijera algo, por eso siempre lloraba en silencio. Las personas pocas veces entienden a los demás y cuando los entienden, se alejan y si se alejan no sirve de nada entender, prefiero la ignorancia antes que la frialdad y así fue como me mantuve desviado del camino implementado por todo mi árbol genealógico. Calamidad tras calamidad, me resultaba casi imposible verme como quería que me vieran los demás, siempre me interesó ser puro por dentro y una mierda para los demás; la gente habla por hablar, y cuando hablan, hieren y si hieren sólo ganan una cosa: Lejanía; mientras más lejos mejor, me dediqué a caminar con los ojos cerrados y los oídos tapados para mostrarle la indiferencia suficiente para que el planeta entero reviente de intriga tras cada vez que yo decidí dejar de hablar y mostrarme como una cosa. La cosificación de las personas siempre fue mi mayor interés. Y ahora yo era una de esas cosas: las cosas que se ven, pero no se tocan, no se oyen, no se prestan atención. Mi mundo: mi cuaderno; mi cuerpo: mi conexión con el mundo. Siempre deseé ser un pájaro o quizás sólo un pedacito de nube, siempre busqué un cielo para no chocarme tantas veces contra el suelo, sus piedras, sus charcos y su invasión de ratas.
   Volviendo a Luciana, nos sentamos un rato en el pasto de la plaza que estaba sólo a tres cuadras de mi casa. No podía evitar pensar las veces que había estado con Sofía riendo a carcajadas mientras jugábamos en las hamacas y ahora ni siquiera podía verla. Luciana me preguntó en qué pensaba y yo siempre cuando me lo preguntaban respondía que en nada, mi historia era bastante triste como para dedicarme a angustiar a los demás. Me tomó un par de fotos, yo intenté ni mirar. Me ofreció un cigarrillo y yo le dije que estaba intentando dejar de fumar, ambos reímos, en realidad seguía un poco bajo el efecto del ácido que me hacía responder las cosas antes de pensarlas de verdad. El Sol ya estaba saliendo, pero el Sol en mi ciudad no calienta, sólo da luz durante el día, le ofrecí mi bufanda, le dije que se la quedara y nos saludamos para nunca, jamás volvernos a ver…