21 de Septiembre… día de la primavera. En mi ciudad todos festejan la llegada de la primavera yendo a la laguna a un día del “vale todo” desde la mañana hasta la noche, un día de excesos, donde todos se emborrachan para pasar un día distinto y olvidarse de todo lo malo que pasó en el invierno. Y sí… es bueno olvidarse de todo lo malo con la excusa perfecta como lo es la llegada de una estación. Esto fue hace casi un año aproximadamente, no sé bien en qué día estamos. Habíamos ido a comer a la laguna unas hamburguesas, tiempo después se engendró en mi cabeza la idea de ser vegetariano. Fran cocinaba, él amaba cocinar pero fácilmente se enojaba porque nosotros nunca colaborábamos en nada ¡Cómo extraño que Fran se enoje conmigo al no verme hacer nada! Él está en la Universidad de La Plata estudiando Ingeniería, pasa mucho tiempo ahí metido y armando su nueva vida, es dos años más grande que yo y los demás pero lo conozco de toda mi vida, siempre fuimos de esos amigos que hacíamos todo juntos al igual que con Alva que también está allá. Pero bueno, eso no viene al caso.
Comimos y la laguna se iba llenando de adolescentes entusiasmados por el día que íbamos a pasar, yo había llevado una botella de vodka que me había sobrado de la noche anterior, la noche en que conocí a Luna, y una botella sin abrir que había comprado a medias con Nicolás. Tanto con Nicolás o como con Fernando siempre nos tomábamos una botella de vodka porque era lo que más rápido nos potenciaba. ¡Qué imbécil! Uso el término potenciar, para no decir la frase: Sacarse la cabeza. Y bueno, una vez que ya sin cabeza estábamos, podíamos hacer lo que quisiéramos. Yo fumaba un cigarrillo tras otro, lo recuerdo, porque siempre miro las fotos de aquel día para intentar ir reconstruyendo todo y resolver el enigma de cómo fue que las cosas cambiaron tanto. Sofía era quien siempre sacaba las fotos, apuesto que si ella siguiera viva iba a convertirse en una excelente fotógrafa, ella le ponía siempre mucho empeño a todo lo que le traía algún tipo de emoción: a la fotografía, a las drogas y al amor.
De lejos pude ver a Luna y a sus amigas, -Mirá quien está ahí- me dijo Sofía sonriéndome y guiñándome un ojo, yo casi me sonrojo por eso miré para el suelo pero no me moví del lugar en el que estábamos sentados. La gente pasaba por donde estábamos y algunos se quedaban y otros sólo saludaban y seguían, en un día así a nadie le preocupa nada, cada uno hacía lo que se le daba la gana. Yo tenía puesto mis lentes oscuros, Juan me decía que me los sacara porque decía que parecía que había salido de Trainspotting, pero una vez que me los sacaba, todos me decían que me los vuelva a poner porque con los ojos así podía ser el protagonista de la secuela. Mucho no me importaba, nunca me importó lo que los demás puedan pensar de mí.
La vi acercarse. Luna venía justo hacia donde nosotros estábamos, Sofía la saludó de lejos y le hizo seña como para que viniera, yo estaba nervioso, estaba muy nervioso pero intentaba que no se me notara. No recuerdo bien todo lo que le había dicho la noche anterior, tenía miedo de que haya dicho algo estúpido, siempre digo alguna que otra estupidez.
-Hola.-
-¡Luna! ¿Cómo estás?-
-Bien Sofi. ¿Y vos?-
-Todo genial. Sentate si querés. ¿Cómo pasaste tu noche?-
¡Que hija de puta! Sofía siempre sabía cómo hacerme poner colorado, yo intentaba pasar un rato desapercibido, todavía no me había despertado lo suficiente como para recordar que yo había sido quien la había acompañado a Luna hasta su casa.
-Muy bien, el bar estaba lleno de gente. ¡No te ví! ¿Saliste?-
-Sí. Pero quedé muy arruinada sentada en una de las mesas- dijo Sofía y todos reímos porque en verdad había quebrado.
Luna se sentó a mi lado y el tiempo empezó a correr en cámara lenta. Yo estaba un poco borracho y un poco loco pero hacía que nadie se diera cuenta. Podía sentir su perfume al tenerla tan cerca, su sonrisa me enloquecía cuando alguien decía algo divertido y ella se reía. Cuando me miraba yo me quedaba mirándola un ratito y luego me hacía el estúpido y corría la mirada para que no se diera cuenta que yo ya estaba perdido en ella.
-Me gustan tus lentes. Tienen una onda ramonera…- me dijo ella dejándose caer al suelo. Ahí recordé que la noche anterior me había dicho que le encantaba Ramones, The Cure, Nirvana y Radiohead. Era perfecta, hasta incluso escuchaba la misma música que yo.
Sólo sonreí y me dejé caer a su lado.
-Supongo que trajiste el cuaderno- dijo levantándose y mirándome.
Ahí recordé que había olvidado que le había contado sobre muchas cosas que escribía y ella me hizo prometerle que iba a llevar alguna de mis poesías a la laguna para que pueda leerlas y decirme que les parecían. Ya la había defraudado, sentía que ni siquiera la tenía y ya empezaba a perderla, ¿Por qué nunca miré esas películas cursis donde el protagonista es un idiota que su vida gira alrededor de su chica? Quizás hubiese podido sacar algo productivo de ahí y ponerlo en práctica en mi vida.
-…-
Ella se rió y yo también. –No tengo buena memoria y menos los fines de semana- dije.
-No hay drama Mateo-
-Teo-
-¿Qué?
-Que me digas Teo. Todos me dicen así. Odio el nombre Mateo.-
-Bueno Teo- dijo entre risas.
Nos quedamos un largo rato charlando de cosas sin importancia. Descubrí que cuando prendía un cigarrillo ella dejaba de mirarme a los ojos y sólo miraba el humo que salía de mi boca. Agarró mi mano y fuimos a caminar, nos sentamos a un costado del mundo, a la orilla de la laguna. Apoyó su cabeza en mi hombro y me quitó los lentes, intenté decirle que no, que mi cara estaba arruinada e iba a asustarse y abandonarme por el resto de mi vida si me veía así. Pero cuando ella se los puso y me miro entendí que ya estaba, ya sentía algo muy fuerte que creía nunca antes haber sentido por nadie. Me sonrió y me corrió la cara: -dejá de mirarme así tarado que me haces poner colorada- dijo.
-Perdón- respondí sonriendo y era verdad, me había quedado tildado como un idiota.
De mi bolsillo saqué un chupetín, poco a poco recordaba cosas de anoche como que cuando llegué a mi casa enseguida puse un chupetín en mi pantalón para dárselo al día siguiente porque me había dicho que la volvían loca.
-¡Ay me muero! Gracias idiota…- y se quedó mirándome y volvió a apoyar su cabeza en mi hombro pero esta vez más cerca de mi rostro mientras puso en su boca mi regalo. Me tomó la mano y me pidió que le cuente sobre mi vida.
-Aparte de ser un escritor frustrado y un músico fracasado ¿Qué te gusta hacer?- ella ya sabía bastante de mí por lo visto.
-Me gusta ver películas. Quiero ser guionista.-
-Amo el cine yo también-
-¿Ah sí?- definitivamente era perfecta.
-Sí. Me encanta. ¿Cuál es tu película preferida?-
-Uh. No sé si puedo responder esa pregunta. Hay muchísimas que me gustan y me marcaron durante mi vida.-
-Pero bueno una, por lo menos nombrá alguna que te haya vuelto loco-
-“Ocho y Medio”, supongo… “La Naranja Mecánica”… “Psicosis”-
-Me encantan. Y… ¿algo más reciente?-
-Me gusta mucho David Lynch, Tim Burton, Gus Van Sant y todo lo que tenga que ver con el Dogma 95-
Ella se quedó mirándome un rato y me abrazó. Es una sensación increíble cuando te das cuenta que al fin encontraste a tu otra mitad.
Después de un rato de debatir sobre cine aprendí sobre su obsesión por los elefantes. Ella me decía “payaso” pero de una manera muy tierna. Juntos aprendimos mucho del otro y agarramos cada uno sus maletas y con todo lo que necesitábamos nos mudamos a nuestro raro, misterioso y singular planeta, donde Septiembre permanecía por siempre, donde el invierno era primavera, donde la nieve era agua que poco a poco se llevaba mi tristeza. Jugamos a sorprendernos una vez más bajo la noche, cada uno debía adivinar lo que el otro llevaba en su maleta, pero puedo asegurar que yo ni siquiera me lo podía imaginar y eso me encantaba porque ella siempre lograba como hacerme sorprender. –No puedo. Le dije acariciando su cuello, entonces abrí y sonreí al no encontrar nada en su maleta, porque yo exactamente llevaba lo mismo, no necesitábamos nada de nuestro pasado para mejorar nuestro presente, sólo saber comprender al otro, intercambiar nuestra cordura y entender el gramo de locura que nos singularizaba tanto, en aquel momento perfecto nos abrazamos.
Sentados en la funeraria de al lado de mi casa… sí ya se, un poco morboso mis momentos románticos… pero había un ventanal inmenso que estaba perfecto para sentarse durante la noche en primavera. Hablábamos de todo y luego la acompañaba hasta su casa que no vivía muy lejos de la mía. Nos quedábamos horas y horas total ninguno de los dos tenía problemas con los horarios que nuestros padres ponían, porque no los habían, sus padres confiaban demasiado en ella y mis padres ya estaban bastante resignados conmigo. Llegaba la madrugada y seguíamos hablando de nuestras vidas, me contaba de su pasado, su presente y su futuro; y de vez en cuando nos acercábamos hasta que enseguida nos poníamos nuevamente tímidos y nos alejábamos. Me siento bastante cursi contando esto, pero no me resultaba fácil acercarme a Luna aunque me moría de ganas de darle un beso. Siempre la creí mucho para mí.
Hasta que un día pasó lo que deseaba, la llevé en el auto hasta su casa, y en el momento de saludarla todo fue común y corriente, pero en vez de bajarse del auto ella siguió abrazandome.
-Bueno… me voy. Mañana hablamos- ella dijo.
-Está bien- respondí.
Abrió la puerta y: -Esperá un segundo- dije. No quería dejar pasar esa oportunidad.
-¿Qué pasa?- preguntó y sonrió. Ella siempre sonreía y yo siempre enloquecía.
-Nada. Quería comprobar cuanta fuerza tenían mis palabras con vos-
-Idiota- dijo riéndose y volvió a sentarse en el auto.
-¿No te ibas?- pregunté.
-Tus palabras tienen mucha fuerza-
-Sí. Lo sé…- dije y la abracé otra vez.
Jugamos dos veces más a las despedidas como si nunca más nos fuéramos a ver, pero Luna y yo desde que nos conocimos nos dimos a entender que estábamos preparados para darnos lo mejor. Cada vez más cerca, yo estaba un toque nervioso pero podía sentir el fuerte latido de su corazón, parecía que su pecho iba a explotar y la besé. Fue increíble, lo admito, no me interesa ponerme cursi porque en ese momento no me interesaba más nada que Luna. Ella me hacía sentir perfecto desde que me despertaba hasta que me acostaba, esquivaba el insomnio con sus llamadas y nada me preocupaba ¿para qué preocuparme? Si mejor no me podía estar sintiendo.
Ya cansados de volar, decidimos cortar nuestras alas, juntos matamos cada uno de los fantasmas que ayer nos atormentaban. La lluvia ya no era tan fría y el monstruo que fui alguna vez pasó a ser nada más que un triste recuerdo para mí. -¿Cómo hiciste? Volví a preguntarle en un sueño completamente diferente al de la primera vez, pero ella una vez más decidió guardar su respuesta y en silencio me dió a entender cuánto aún me faltaba por aprender, pero ya no importaba, porque mi mundo gris tenía quién podía cambiarle de color y a su mundo de colores yo no quería arruinarlo con mi extraña oscuridad. Pasó el tiempo y lo vimos pasar una y otra vez cómo un pájaro volando en nuestro cielo. No queríamos encontrar su nido, porque el tiempo no era nada para nosotros. Ella hablaba de elefantes rosas, mientras que yo tenía una extraña obsesión con los payasos, ella logró hacerme ver otro color diferente al gris de la piel de aquel gigante animal, yo, con su ayuda, pude dejar de ser el payaso apenado que fui alguna vez y ver la vida de otra manera. Ya no me caracterizaba por ser un payaso, ni un mimo, ni un clown, y mucho menos me interesaba llorar por las noches de tormenta, ahora era lo que siempre quise ser, una persona.
El mejor regalo que pude hacerle, fue regalarle mi mes de Septiembre y jurar no querer nunca volver a despertar, porque obsequiarle Septiembre era darle mi pasado, mi presente y mi futuro, era concederle mi vida para que ella la construya de manera que yo pueda sentir ésta extraña sensación por siempre. -¿Cómo hiciste? Pregunté y rápidamente me arrepentí, ya no quería saber como ella hizo para transformarme en lo que ahora soy, solamente quería disfrutar y reír, llorar y sentir, quería vivir emociones y conocer nuevos colores, entonces gritando y sonriendo con la mejor sonrisa, una vez más le agradecí…
Vimos la lluvia caer después de tanto tiempo, disfrutando sentir las gotas caer contra nuestros rostros, mi maquillaje se corrió por completo: -Sos la persona que tanto esperé… le dije, y ella con sus ojos cerrados y su sonrisa intacta tomó mi mano derecha muy fuerte y con su izquierda secó mi última lágrima borrando la angustia de mi vida. Nuestro mundo era perfecto para ambos y amaba sentir que no existía el mapa para encontrar que camino seguir, porque aseguro que deseaba estar por siempre perdido en todo lo que habíamos conseguido, ella era el ángel más loco que alguien hizo para mí, y yo, hipnotizado con su locura dejé llevarme por la vida y por suerte nos encontramos para nunca descubrir que era lo que nos esperaba, la vida nos enseñó que siempre es bueno recibir una sorpresa…
¡Mierda! ¡Qué cursi me siento!