Quiero hablarles ahora un poco del diablo. Éramos fumadores de marihuana empedernidos, nos encantaba, fumábamos todo el tiempo, mirando películas, jugando video juegos, haciendo deportes, yendo a fiestas, saliendo de fiestas, los lunes, los martes, los miércoles y el resto de la semana aún más, hasta a veces fumábamos en los baños de la escuela, nos encantaba hacerlo, se los puedo asegurar. Varias veces prendíamos un porro sabiendo que cualquiera podía entrar, nos hacía sentir bien esa adrenalina de que algo malo pudiera pasar, quizás hasta el mismo director podía entrar y de seguro nos echaba sin pedirnos una explicación, pero bueno, reglas son reglas para los adultos mientras que para nosotros las reglas eran una mierda y estaban para romperlas. Llegábamos al salón riéndonos, teníamos que intentar que nadie se diera cuenta, pero bueno, a veces era imposible y todos nuestros compañeros nos miraban mal, en especial aquellas chicas de adelante, típicas idiotas del mundo dibujado por sus padres, responsabilidades, domingos en la iglesia, dormirse temprano y ya saben, todas esas cosas que tienen que ver con otras cosas que nosotros los inadaptados no íbamos a entender jamás. Recuerdo que una vez la profesora me preguntó que me sucedía, ya que tenía los ojos un poco hinchados, y bueno, como les dije, era el mejor mentiroso del mundo y una situación así no podía desaprovecharla.
-No pasa nada profesora…- dije mirando para abajo.
-Pero Mateo, ¿estuviste llorando?- ella preguntó. En el colegio había todo tipo de gente, el profesor de matemáticas era un hijo de puta, la profesora de biología era una vieja que tendría que estar muerta, el de historia era sordo, ciego y mudo, el de educación era un idiota y todos lo odiábamos, pero la de literatura era realmente buena, era esas personas a las que hasta al más hijo de puta le daba lástima mentirle, pero bueno, tenía que hacerlo. –Tuve problemas en mi casa, nada importante, no se preocupe- dije mirando para abajo, sabía que mis amigos no podían soportar las risas, pero estaba tan colgado en mi mentira que hasta yo mismo me la creía.
-Si querés podés salir un momento afuera a tomar aire, pensar un poco y cuando te sientas bien volver a entrar- ella era tan buena, era la única en la escuela a la que le dejaba leer mis poesías, me acuerdo que una vez me inscribió en un concurso y mi poesía salió segunda de treinta que participaban, todos estaban tan orgullosos de mí, pero después pensé que si yo tan bueno me creía, no tenía que haber aceptado el segundo puesto, yo sólo quería el primero, por eso decidí no volver a leer “Fotos negras”, mi poesía.
-Se lo agradezco mucho profesora, en verdad, muchas gracias- dije sonriendo y todos me miraron al levantarme de mi banco y salir de mi salón.
-Diviertanse sin mí- le susurré a Tomás.
-Hijo de puta- respondió.
Fui a dar una vuelta por el patio del colegio, veía a los chicos de tercero joder en su aula, veía los grafitis en las paredes de alumnos que yo ni siquiera conocía. Se pueden encontrar tantas historias en las paredes de la escuela, cortos romances, corazones rotos, poetas callejeros, insultos desconocidos y hasta amenazas a todo tipo de personas. Seguía caminando mientras que me detuve al ver a dos chicos pelear, eran tan inofensivos, se peleaban por ver quien tenía el mejor muñeco. Los miré por un tiempo a medida que me iba acercando cada vez más. Uno le decía que su muñeco era más fuerte por su armadura y el otro le contestaba que el de él tenía una espada y un escudo, me daba tanta alegría escucharlos, parecía una escena que estaba escrita solamente para que yo la mirara. Me acerqué tanto hasta que les dije: -ninguno de los dos tiene razón, son muñecos débiles los de ustedes, les voy a contar cuál era el muñeco más fuerte de mis tiempos, era una figura de acción realmente inigualable- dije, y, -a ver, ¿Dónde está?- dijo uno de ellos, -no me dejan traerla conmigo al colegio- contesté, -y, ¿Por qué no?- dijo el otro. –Pues, el director una vez me dijo que no podía traerla más, porque los padres ya se estaban quejando de que mi muñeco intimide a los demás niños, ustedes saben como son los padres, siempre tan exagerados…- obviamente todo era mentira, pero no hay nada mejor que ver a un niño metido en una historia. – Contanos como era, ¿Qué poderes tenía? ¿Cómo se llamaba?- veía a los dos tan entusiasmados que enseguida agarré una tiza que tenía en mi bolsillo y les hice un dibujo de mi muñeco perfecto. –Bueno, tenía una lanza gigante en su espalda, grandes músculos, usaba un casco contra balas, luces por todas partes, sus pantalones siempre estaban llenos de armas y se marcaba mucho su masculinidad…- ahí los dos niños empezaron a reírse al igual que yo, porque le había dibujado la marca de su pene, necesitaba reírme un poco, además seguía un poco loco después de haber fumado en el baño. Los niños son tan tiernos cuando ríen y en verdad los dos me agradaban mucho, por eso al despedirme les dije que esperaba volver a verlos pronto y poder luchar contra sus muñecos. Les dije que un día de estos iba a traerlo a escondidas en mi mochila para que puedan verlo y ahí les dije: -hasta pronto-. Ellos me saludaron y me preguntaron mi nombre, yo sólo les dije que me dijeran Teo, mi nombre no era importante. Y seguí con mi camino por el patio del colegio.
Como dije, seguía un poco perdido, más bien, estaba en el mejor momento de mi vida. Mientras caminaba pensaba cosas absurdas para pensarlas en el mundo real, pues estaba en mi mundo, eso no lo podía negar. Por cada persona que se cruzaba en mi camino pasaban millones de cosas por mi cabeza, y entonces me puse a pensar cosas no habituales, como que cuando dos personas se cruzan, no sólo se cruzan sus cuerpos, sino que sus historias pasaron una delante de la otra, sin saber quiénes eran, se cruzaron posibles llantos o risas, es más, estaba seguro que yo había estado llorando la noche anterior. Quizás esa triste niña que yo veía sin corazón, había perdido a su abuelo de pequeño como lo había perdido yo, o quizás sólo me lo imaginaba y esa niña estaba pensando solamente en su examen de matemáticas, no puedo decir un pensamiento concreto sobre eso, pues, seguramente todos en el patio del colegio de alguna manera estaban fingiendo.
Mi reloj no parecía avanzar, pero el de los demás tenía demasiada prisa, porque sin darme cuenta sonó el timbre y todos salieron de sus salones. Fui a agarrar mis cosas y la profesora pidió que me quede un ratito hablando con ella, y mierda, no podía decirle que no, había sido muy amable conmigo al dejarme salir, a pesar de que todo había sido una mentira.
Entré nuevamente al salón, y ahí estaba, sentada en su escritorio mirando como yo tardaba en sentarme delante de ella. Me senté y solamente la miré. Metí mi mano en el bolsillo para disimular como que todo andaba bien, saqué un pañuelo y fingí correr un par de lágrimas. –Estaba muy preocupada Teo, sabés que si necesitás ayuda podés contar conmigo… no dudes en avisarme sea lo que sea…- ella me dijo y yo sin responder una palabra asentí con mi cabeza. Empezó a darme un sermón, un sermón del cual yo sólo recuerdo un par de frases y cuando me llegó el turno de hablar empecé a contar una historia realmente creíble: -en sí, no me pasa nada profesora, solamente estaba un poco triste porque anoche mi papá volvió de su trabajo un poco deprimido. Verlo mal me angustia, entiéndame. Me acerqué y le pregunté que era lo que lo tenía tan triste, y me dijo que en su trabajo las cosas no iban para nada bien, que nada era como antes lo había soñado. Fue y se acostó. Mientras yo dormía podía escuchar sus llantos, usted no se imagina lo difícil que es intentar dormirse sabiendo que en la habitación de al lado tu propio papá es el que está hecho mierda- dije mirando para abajo…
-Y, ¿Qué es lo que pasa en su trabajo? Sentía que tu papá era feliz siendo el médico que es, tu papá salvó muchas vida, eso lo sabes, tenés que estar muy orgulloso de él- dijo ella queriéndome hacer saber algo que yo hace tiempo ya sabía. –Sí, lo sé. Pero ahí es donde empieza el tema, muchas personas piensan que conocen al otro con sólo ver la parte que se muestra en el mundo, no estoy diciendo que todos seamos infelices y mucho menos que todos los médicos en realidad hayan soñado algo diferente, pero mi papá está muy triste y tengo miedo de que agarre sus cosas y se vaya de mi casa así como si nada- dije y la historia cada vez se ponía más real. –No tenés que pensar en eso Teo, estás sacando conclusiones en vano, porque las cosas no van a suceder así- me contestó y enseguida puso su mano izquierda en mi hombro como si supiera lo que era en vano o no en mi vida, bueno, tampoco tenía que tomármelo a mal, ella solamente buscaba escucharme, pero lo que ni siquiera pensó, es que yo nunca iba a abrirme hacia ella. A veces las personas creen que con sólo sentarse a hablar un rato, verte llorar y subirte el ánimo tienen la oportunidad de conocerte por completo, sin siquiera pensar que para conocer en verdad a una persona no hay que hablar demasiado, pues, tantas noches de llantos sin sentido no tienen palabras para que los demás entiendan.
-No sé si son conclusiones en vano, ya que mi papá sufre de una depresión terrible, una vez agarró sus maletas y se fue por dos meses al campo, dijo que tenía que alejarse de todo un tiempo para volver a valorar lo que tenía. Era muy pequeño y lo vi irse más de cinco veces. Una vez durante meses esperé su regreso sentado en la cocina frente a la ventana, siempre le perdone sus partidas, pues nunca pude entender que era lo que en verdad sentía ya que a mi también a veces me pasa, de querer agarrar mis cosas y alejarme de todo, pero la diferencia entre mi papá y yo, es que yo no volvería…- Obviamente casi todo era mentira, mi papá nunca se alejó de mi casa, su trabajo era demasiado importante como para tomarse unas vacaciones filosóficas, también habían cosas que eran ciertas, como las veces que intenté irme pero tarde o temprano me arrepentía y volvía a guardar toda mi vida en los cajones. De lo que si estaba seguro es que si algún día decido irme, no volvería. No volvería a ver a las mismas personas de las que me alejé, si me voy, es para irme de verdad, no solamente para que me extrañen un tiempo.
-Teo ¿Cómo van tus poesías?- enseguida cambió de tema, buscaba ser mi psicóloga como si para un animal enfermo de viejo existiera la cura para volver a la juventud. –Bien, muy bien, estuve escribiendo mucho este fin de semana- contesté. –Hace mucho que no leo nada tuyo, es más me acuerdo que la última poesía que me pasaste me conmovió- ella dijo y: -muchas gracias- yo le contesté. Los adultos saben cómo hablar diferente para hacer notar que son adultos, usan palabras como conmover, en vez de llorar, o hacer poner triste, si todos hablaríamos de una misma manera, entiendo que el vocabulario del mundo se vuelva pobre, pero sería mucho más fácil entenderse entre niños y grandes. Y nosotros, los que estamos en el medio, o sea, los que no somos ni muy pequeños para ser niños ni muy grandes para ser adultos veríamos un poco más comprensible el mundo. Siempre es difícil estar en el medio, somos el centro de la confusión.
Y bueno, la charla siguió un poco más y después me paré, le agradecí por cómo me había escuchado, abrí la puerta y mientras iba saliendo ya me daba lástima por cómo le había mentido, pero como dije antes, soy el mejor mentiroso del universo.
Esa fue una de las tantas historias mías relacionada con la marihuana, aclaré que siempre me iba un poco por las ramas, pero en fin, si están leyendo esto, es porque quieren saber un poco de mí, y como también dije antes, pueden saber un poco, pero no todo, por eso voy a contar sólo partes que me hicieron ser lo que soy hoy. Seguí fumando en todas partes e historias como esa pasé muchas más. Fumé con todo tipo de personas, pero fumar con mis amigos, incluyendo a Sofía, mientras estábamos acostados en el suelo viendo el cielo era en el lugar donde más cómodo me sentía, rodeado de las mejores personas haciendo lo que me gustaba hacer: Fumar, imaginar y dejarme llevar. Volar como un ave mientras todos tan preocupados en cosas sin importancia, nosotros la importancia se las dábamos a las cosas que los demás no veían, porque no querían, porque no podían, las cosas pequeñas se hacían grandes con el tiempo y juntos podíamos ver cosas más allá de todo. ¡Cuánto extraño eso!