miércoles, 11 de enero de 2012

2 - El Antihéroe


   Que agonía el pensar que estoy dejando de ser yo mismo. Recuerdo, recuerdo y recuerdo aquel poeta de otoño que antes era, a veces me pregunto por él, y sin encontrar una respuesta, la única conclusión que queda, es que está muerto hace tiempo. Hacía mucho que no sabía nada de él, ¿Qué hacía? ¿Qué pensaba? ¿Qué sentía? Seguramente estuvo tan solo el día de su muerte, me lo imagino sentado frente a la ventana viendo la lluvia caer, escribiendo en su cuaderno la última poesía de un corazón roto que encontré ayer en mi cajón. Decía algo como:

   Muchas veces perdemos la conciencia con algo tan extraño y hermoso como lo era ella. Muchas veces perdemos el corazón por algo tan triste y con razón yo ya no lo sentía, si hoy nada era de mí, pues, mi funeral se me acerca y nada puedo hacer para cambiar mi destino. Sólo esperar, esperar a que algo suceda, pero mientras lloro recuerdo cada risa, cada llanto, cada momento que me transformó en lo que hoy soy. Qué extraño. Qué extraño que con sólo doce años sienta que el tiempo sólo me envejece, quizás la vida eligió verme morir de niño, quizás el tiempo quiso hacerme un juego que hacía tiempo había perdido, quizás mi madre siga llorando por siempre, quizás nadie recuerde que alguna vez estuve vivo…

   Que triste. Sentía un vacío enorme en mi pecho como si me faltara algo tan grande como lo era mi corazón. Había muerto, mi corazón al fin había muerto junto con aquellas personas que pensaron que un mañana podía ser mejor, pero que más, no podía hacer nada para evitar el tiempo y me acuerdo también que un día me preguntaron a que era lo que tanto le tenía miedo, juro que no supe responder, porque miles de cosas se vinieron a mi mente, pero si hoy vuelven a hacerme la misma pregunta, sin dudar respondería: A mí mismo. Porque era verdad, a nada le temía más que a mi propio reflejo al despertar, sabía que él podía terminar conmigo más rápido que nadie, porque él me conocía, conocía mi sueño más grande y mi punto más débil, sabía de mis náuseas frente a la angustia, de mi miedo a la oscuridad y de mis llantos al recordar los rostros que se desvanecieron con el tiempo.
   Volví a tener frío, ya nada puedo decir, solamente que soy el antihéroe de esta historia. Les contaré un poco sobre aquello que sucedió hace un par de semanas…

   20 de Junio, último día de otoño.

   Las hojas secas comenzaban a danzar por el aire, y en un abrir y cerrar de ojos caían al suelo despidiendo su estación. Llovía todo el tiempo, la lluvia fina parecía niebla, las personas abrigadas, con sus grandes camperas y sus bufandas corrían deprisa hacia sus casas, el día estaba gris, me pasé gran parte del día Domingo sentado en el banco frente a la estación de tren mirando hacia el cielo en búsqueda del Sol; no pude encontrarlo.  Las ramas de los árboles se movían de un lado hacia otro, de izquierda a derecha, para ser más preciso. La señora Rivero sacó a pasear a Tony, su perrito, ambos muertos de frío caminaban a pesar de la llegada del invierno, se dirigían hacia no sé donde, pero no tardaron mucho tiempo en volver, abrir la puerta y cerrarla. No supe más de la señora Rivero ese día. María, bailaba y cantaba en su habitación, podía verla desde su ventana, se la veía feliz, gritaba y gritaba, y no dejaba de gritar, no podía darme cuenta que canción era la que estaba cantando, pero lo importante no era eso, sino ver la calidad de su sonrisa, el brillo de sus ojos y el resplandor de su claro cabello al moverse de un lado a otro. “-Hola…” le contesté a Carlos, después de que él me haya saludado, se lo veía tan bien, quien se hubiese imaginado que ya pasaron seis meses de aquel trágico accidente en el que él casi muere, donde su pequeña Clara perdió la vida al igual que su mujer, sé, porque mi papá me dijo que Carlos habla con ellas cada mañana y tarde cuando las va a visitar al cementerio, y cada noche llora tras tanto extrañarlas, después de haberse quedado solo en este mundo que tan pocos comprenden.
  
   21 de Junio, primer día de invierno.

   La estación estaba completamente vacía, ni siquiera se podía escuchar a los fantasmas de aquellos cinco jóvenes que perdieron la vida después de aquel gran robo. Los pájaros no cantaban, solamente volaban alborotados en el cielo buscando refugio para la tormenta que se aproximaba, el cielo se volvió aún más gris, el Sol aún no aparecía y puedo asegurar haber visto caer a más de tres ángeles del cielo. Ayer el día fue un desastre, en la escuela nadie quiso volver a hablarme, los profesores una vez más me miraron con esa cara como diciendo: “¿Qué hacés aún acá?”, y yo cabizbajo no pude responder como antes, diciendo: “Me cago en tu mierda…”. La profesora Fernández que antes tanto me apreciaba, ayer ni siquiera me tomó lección de biología, puedo asegurar que yo sabía, me había estudiado gran parte del sistema nervioso y casi todo del sistema endócrino, bueno, fue en vano, porque una vez más fui un espectro en el salón, un espectro que nadie veía y mucho menos interactuaban con él. Mariana no volvió a voltearse, mirarme y coquetearme con su mirada imponente, Flavio no me invitó a fumar un cigarrillo al baño como antes siempre lo hacía, y en el recreo Lucía no se acercó a intentar filosofar conmigo… estoy pensando muy seriamente en no volver a pisar la escuela.

   22 de Junio, segundo día de invierno. 

   El cielo gris una vez más se venía abajo, la llegada del invierno entristeció todo un poco más, más, más, más. Más que nada era difícil pensar cuando había tantas cosas para intentar no pensar en tu cabeza, cuando había tantas cosas para evitar, pasar por arriba y ver algo nuevo, cuando había que matar algunos recuerdos sabiendo que eso es imposible, asegurándose por dentro que no existe un tratamiento artificial que lave tu cerebro, te haga alguien nuevo y rompa con todo lo que uno no quiere volver a enfrentar, porque a pesar de la fortaleza que cada uno pueda tener, no hay peor monstruo que el que está en la cabeza, y ese monstruo se llama Recuerdo. No tiene grandes dientes, ni pelos por todas partes, no se ríe diabólicamente, ni tampoco tiene filosas garras, solamente tiene la cualidad de permanecer en tu cabeza como algo permanente e imborrable, provocando dolor, angustia y rechazo, haciendo de los días aún más tristes al ver el rostro de las personas sabiendo que nadie puede comprender ese inmenso vacío que hay en tu alma. Una vez entré dentro mío, entré dentro mío escuchando una canción, cerré los ojos y dejé que la música me lleve a otro lugar, volé por horas y horas hasta que aparecí en un lugar lleno de colores, rojo, amarillo, azul, verde, y más, los colores eran hermosos y estaban por todas partes, en las paredes, en los juguetes, en el techo, en la cama, en el televisor, en la ventana, mi alma de niño feliz era un mundo diferente, donde al despertar después de un sueño no sentías haber fracasado, sino que con la inocencia de un niño peleabas a tu manera para que ese sueño se haga realidad, maldita inocencia perdida que me enceguecía llevándome a un lugar, a un mundo que en verdad no existía.

   22 de Junio, en el segundo día del decimo sexto invierno que vivo volví a visitar lo más profundo de mi alma, pero no me sorprendí al ver todo a mi alrededor, blanco por todas partes, el vacío era inmenso, me acercaba a la ventana y era lo mismo que ver la pared y el techo. El viento soplaba muy fuerte y hacía demasiado frío, ya no quería seguir ahí dentro, pero sin embargo me quedé esperando para ver si algo cambiaba. Obviamente, esa espera fue en vano, porque todo se mantuvo intacto. Me paré y dejé caer una lágrima, mi presente ya no parecía formar parte de lo que fui alguna vez en el pasado, tenía ganas de gritar, de gritar fuerte y que todos me escuchen, que el mundo se de vuelta y diga: -¿Qué pasó?, y ahí esté yo, gritando solo, gritando como un loco, gritando como un loco para que alguien se preocupara por mí; entonces que por lo menos una persona me vea deprimido, se me acerque, me tome la mano y susurrando me diga: -Quédate conmigo…. Pero no, porque yo hace tiempo perdí las fuerzas para gritar, perdí las ganas de sonreír, perdí todo lo que tuve alguna vez; y el mundo se volvió esto, una mierda. Una mierda que cada día al despertar empeora siempre un poco más, nunca menos, y corría, corría hacia mi ventana, entusiasmado a que alguien se aproxime a visitarme, y no, no, no, nadie aparecía, entonces volví a desilusionarme, me tiré en la cama a pensar, aunque me contradecía de cuando dije alguna vez que pensar tanto no es bueno, sino que hay que dejarse llevar, pero en el fondo sabía que ese no era mi estilo de vida.
   En la cama mirando el techo, todo parecía tan distinto, si tuviera baldes llenos con mis lágrimas podría ponerle mi nombre a mi propio río. Ánimo, el río nostálgico, sería un buen nombre. Porque es verdad si digo que lloré tantas noches sin dormir, es verdad si digo que desperté con mis ojos lagrimeando después haber soñado con el ayer, es verdad si digo que extraño mi vida pasada donde todo tipo de males parecía algo tan lejano, en cambio hoy, están acá conmigo, en la misma casa, en la misma habitación y también muy dentro mío.
   22 de Junio, al anochecer las voces de la ciudad cambian completamente, los pájaros duermen y los grillos cantan sus sonatas, la música de niños descansa y si se hace silencio se puede escuchar algún llanto o una risa. No es la misma gente la que camina por las calles de día, que las que andan de noche, sus vestimentas tampoco son las mismas y sus intenciones tampoco. Aún recuerdo aquella noche en casa de Nacho…
    “-¿Quién será el próximo en sacar un poco de marihuana?” me pregunté hacia dentro un poco desconcertado, mientras estábamos todos juntos aquella noche fría en el parque de la casa. Todo era tan igual a lo que siempre es, Yo, o sea Teo, como me dicen mis amigos, ya estaba un poco colocado como para preguntar uno por uno si alguien tenía un teléfono para avisar a mis padres que esa noche no iba a volver a dormir a mi casa, estando mis amigos con tanta mierda ni loco volvería con mis padres, seguro que ya se debían mostrar preocupados por mí, pero no podía pensar en ellos sabiendo que así demostraría un poco de debilidad y los chicos me creerían un maricón cualquiera. ¡A la mierda mis padres!, caminé hacia la mesa donde se encontraba el banquete con diferentes bebidas, me encendí un cigarrillo y subí al máximo el volumen de la canción de Radiohead que estábamos escuchando, y realmente como pude la empecé a tararear, mientras tomé de un sólo trago el vaso de whisky que tenía en mi mano.

   Las cosas en mí no andaban para nada bien, un derrumbe, un terremoto, un tornado, cualquier tipo de desastre ni siquiera igualaba el malestar que yo sentía por dentro, entonces decidí cerrar un poco los ojos para fijarme si de esa forma el mareo que yo tenía pararía, pero creo que miles y miles de mariposas volando a mi alrededor me impedían concentrarme y pensar en algo coherente, y así, sintiéndome de esa hermosa y extraña manera el único movimiento que sentí capaz de hacer fue recostarme bajo la noche y dejar que el tiempo vuele a mi lado.

    ¿De esta manera empezaba mi película? Me pregunté como personaje principal y único narrador sin saber quien me podía responder aquella pregunta. Esto no es como siempre lo he soñado, que comienzo más extraño, yo la hubiese comenzado con una escena diferente, una pelea contra algunos imbéciles, un momento tranquilo sentado en mi sillón, una muestra de fotos, o videos, o lectura de cartas, o análisis de canciones, o simplemente un abrazo de Luna, sí Luna, mi novia. Y bueno, creo que llega el momento de hablar de ella, Luna es una chica muy especial, cabello castaño y cara bonita, no muy alta pero tampoco baja, sonrisa angelical casi parecida a la de una niña de siete años, también es inocente pero no tanto como para considerarla una perra estúpida, es sensible y a la vez tan comprensiva, ella es increíble. Sin dudar puedo asegurar que es todo lo contrario a lo que soy yo, en este caso no estoy diciendo que ella cumpla un papel mediocre sino que es uno de los personajes más importantes de mi historia, podemos decir que es quien da a conocer mi parte buena, la que hace que todo lo malo desaparezca en un soplido de viento, Luna es como si fuese mi conciencia. Hace creo que diez u once meses que no sé nada de ella, no puedo decir que me ha cambiado por completo pero sí que ha hecho que vea las cosas un poquito, pero muy poquito diferentes.
   Parece que fue ayer el día que la conocí, fue en una típica noche de excesos, cigarrillos, alcohol y todas esas mierdas que alguien como yo puede consumir, el pub estaba lleno y a pesar de estar con mis amigos algo me enfadaba: putas, idiotas, viejos, caretas, tanta mierda junta empeoraba mi malestar, mi misantropía crecía con el tiempo y yo eso no lo podía cambiar, pero de repente pareció que toda la gente se desvaneció en el momento que la ví, parecía que para ella no existía un mundo con tantas porquerías mientras bailaba tan tranquila en el medio de la pista, y si veían la forma en que ella bailaba me entenderían aún más, se movía de izquierda a derecha, de arriba a abajo, jugaba con su cabello y se lo tiraba con una mano hacia atrás, y ahí estaba yo, mi mirada y ella, nadie más existía para de alguna forma molestar, fui a hablarle y ella me habló, me agradó y yo a ella, “-¿Querés bailar conmigo?” le pregunté y ella mirándome de pies a cabeza, tomó mi mano, me olvidé de todo esa noche, sólo quería saber su nombre. “-Me llamo Luna…” me dijo sonriendo, “-Teo…” le contesté presentándome, hablamos de todo un poco, y la noche siguió sola. Al salir la acompañé hasta su casa, le presté mi campera porque hacía demasiado frío y ella estaba demasiada desabrigada, “-¿Querés un cigarrillo?” le pregunté y ella me contestó que no fumaba y no lo pensaba hacer.                     
 “-Acompañame hasta acá no más…” me dijo, y yo la miré y una vez más le sonreí.

   Nos miramos.
   Podía besarla, pero tenía miedo de arruinar el momento. Entonces sólo tomé su mano.

   “-¿Me vas a recordar por la mañana?” me preguntó creyendo que yo estaba un poco borracho.
   “-Y hasta que el cielo se venga abajo…” le contesté como diciéndole “siempre”…

  Y desde ese día algo tan especial pasó entre nosotros. Si me pide el guión empezar a recordar, puedo reconocer momentos como aquella vez que yo desesperado me fui de mi casa sabiendo que ese no era un lugar para alguien como yo, y ella con sólo abrazarme me hizo razonar de una manera que nunca había razonado antes, puedo recordar tantos besos como peleas, pero no puedo decir que no soy feliz, porque sería un mentiroso, pero a la vez se que nada me resulta más fácil que fingir, así que piensen lo que se les de la gana.    
   Pero, como siempre existe lo bueno, también lo malo, soy un maldito virgen, ella aún no cree que está preparada para dar aquel paso que me haría tan feliz, y si hubiesen visto la cantidad de veces que la he intentado convencer en una situación digamos caliente, dirán -¡Que imbécil!, y no querrán seguir leyendo mi relato, pero es así, la parte más brillante de la noche se ha fijado en aquella rata que recorre las alcantarillas buscando un poco de luz. Luna se había enamorado de un idiota como yo, y yo sin duda estoy perdidamente enamorado de ella.
  
   Lamentablemente yo no soy quién escribe el guión, sino quien lo vive y lo cuenta tras este humilde relato.

   Volviendo a la escena de la casa de Nacho en mi película, ¡Que personajes más extravagantes podemos encontrar en la primer parte de este guión!, me dije sonriendo al ver a mis amigos en sus diferentes mundos sentados a mi alrededor. Lucho, el chico más aventurero y psicópata que alguien pueda conocer, Nacho es el cerebro del equipo, el responsable pero a la vez el desequilibrado. Juan es el callado, el que siempre te va a sorprender, un día te puede regalar una rosa y al otro pegarte una patada en el estómago y dejarte sin respirar por unos segundos. Simón es el más nuevo en el grupo, pero realmente supo adaptarse como si nos conociera de toda la vida, y por último Tomás, Tomás es el chico más feliz que conozco, siempre sonriendo, siempre imaginando cosas nuevas, y nunca consumiendo ningún tipo de porquerías porque él realmente no las necesita. Y si hablamos de mí, ¿Qué puedo decir de mí?, hay tantas palabras que me describen perfectamente: ambicioso, rebelde, soñador, mal hijo y un líder perfecto. ¿Mal hijo? Sí así como entendieron, en mi casa siempre fui el del problema, mi hermano es el excelente estudiante de promedio diez, no le gusta pelear, ni tampoco estar enganchado a ningún tipo de adicción, mientras que mi hermana es la pendeja caprichosa que siempre consigue lo que quiere con tan sólo llorar y ahí todos están a sus pies para servirla, mi mamá, nuestra relación es extraña, sabemos que en el fondo nos queremos pero muy pocas veces nos lo demostramos, ella nunca pide perdón y yo nunca me arrepiento de lo que hago, entre orgullo y orgullo, las cosas se vuelven mucho peor. Mi papá nunca está en casa, siempre se pasa trabajando para darnos lo mejor, si tan sólo a veces se diera cuenta la falta que nos hace acá, mi madre no puede sola con nosotros tres, o mejor dicho mi madre no puede sola conmigo, estoy harto de que mis padres se sientan defraudados, pensando en que hicieron mal al criarme, estoy harto de sentirme la oveja negra de la familia, estoy harto de estar harto sabiendo que nunca voy a cambiar, porque en verdad no quiero cambiar, de esta forma me distingo de los demás asegurando que soy el hijo que ningún padre quisiera tener.
   Y volviendo al tema de mis amigos, todo equipo necesita su líder para recomendar y ayudar cual es el paso siguiente, y a mí me tocó ser el líder de este equipo. Hemos sido de todo en esta vida: pendejos, perdedores, deportistas, populares, idiotas, rebeldes, violentos, drogadictos, perfectos, pero siempre juntos y hacemos a un lado a los demás, porque no nos querían, porque no los queríamos, y sabíamos que si al principio ni nosotros mismos nos queríamos nadie más nos iba a querer. Cada uno con sus virtudes y sus defectos, realmente somos el grupo perfecto, no nos consideramos la flor que crece en el pantano, sino, el pantano que cubre el jardín de flores en primavera. Porque todos tenemos una misma cualidad: somos una mierda.