Un
día nací, caí en el mundo sin que me consultaran, no sé bien donde estaba, pero
sé muy bien que no entendía nada. Creí tantas cosas que con el tiempo me di
cuenta que eran mentiras, un niño no tiene que enfrentarse tan temprano al
fracaso sin conocer el Sol. Intenté que el mundo vea mi primer obra de arte,
aquel elefante rosa que corría sobre una nube pero nadie se detuvo, todos
tenían los relojes demasiado apurados como para frenarse a escuchar a un niño. Me
deprimí unas semanas, sentía que había sido en vano tanto trabajo, había soñado
más de diez veces con mi obra, y en el momento de plasmarlo a un papel, salió
como yo quería, a pesar de que a nadie le importó. Rompí mi primer sueño de ser
pintor. Una tarde de lluvia quise conocer el mundo, acababa de terminar un
libro que decía algo relacionado con la naturaleza y en varias fotos de
revistas distintas vi muchos árboles y flores, empaqué mis cosas e intenté
frenar el mundo y que todos se detengan
a escuchar mi viaje, hablaría de las montañas y de todo tipo de animales. Pero
la lluvia era demasiada fría como para que alguien quiera escuchar a un niño.
El sueño de ser viajero se había muerto con el tiempo, quería saber que pasaba,
pero parecía que a nadie le importaba.
Un día escuché una canción que me hizo volar y conocer un lugar del que nunca me habían contado mis papás. Aprendí a tocar el piano para emocionar a un teatro lleno de gente diferente, sin importar el lugar en que vivían en el mundo, mi amistad no tenía color. Quería que la gente conozca el lugar más escondido de su mente con sólo escuchar una canción, pero, un día abrí las ventanas de mi casa y toqué el piano para todo el atardecer. Pero nadie se detuvo tampoco, la vida estaba totalmente descontrolada como para sentarse en el suelo a escuchar a un niño. Cerré mi piano y juré no volver a abrirlo. Me sentía angustiado, quería ponerme mi pijama, apagar las luces y acostarme a dormir, decirle a alguien que me despierte cuando termine la escuela, yo quería seguir acostado. Totalmente maduro empecé a envejecer, mis ojos cayeron un poco porque miles de tardes no tuve ganas de salir a jugar y ahora es costumbre parecer que estoy dormido. Aprendí a masturbarme en el techo de mi casa mirando las estrellas, vi como mis sueños murieron con el tiempo y los de afuera de mi habitación ya estaban todos congelados. La nieve cayó en primavera, tapó al pequeño poeta que intentaba cruzar el puente y una música triste de piano le acababa de romper el corazón a una niña, -Ayuda…- gritaba el niño poeta en silencio, pero nadie lo escuchaba, él ya estaba muriendo muy dentro de mí y nadie frenó al ver las lágrimas caer de mis ojos, mensaje de un niño diciendo: Adiós. Los pájaros y los duendes vestidos de negro bailaban sobre su tumba, un pianista tocaba una melodía triste y los pintores oscurecían el Sol, no pude ir al funeral, no por el hecho de estar tan triste, sino que no sabía que decir ni quería saber que era lo que me iba a pasar. Tenía miedo del mañana y como todo soñador que soñó más de tres sueños al mismo tiempo, el tiempo con su tiempo me congeló y quedé fuera del castillo temblando por el frío. No quería llorar todos los días y empecé a empequeñecerme, el mundo cada vez más inmenso, yo cada vez más invisible. En la nada conocí que tenía un corazón, nunca me había dicho que sentir era el principio, seguía con sufrir y terminaba con olvidar. Con la nieve por el cuello ya no podía moverme, tenía demasiado frío como para seguir en el parque, la hamaca amarilla ya no era tan divertida y el tobogán se veía de lo peor. Lloraba un niño mientras reía un payaso, se reventó un globo y se suicidó el actor antes de leer el guión. Con las ansias de decir: Acción, me senté a esperar al resto de la película, pero no llegaron nunca, de angustia habrá muerto mi pequeño poeta.
La vida es esto, tomá lo que sea… enloquecido corrí sin saber que era lo que me esperaba, sólo escuchaba el sonido del mar por la ventana de la casa en mi cuaderno. Un poco de flores, monstruos y alfajores, me fui a conocer el mundo, harto de fracasar sintiendo lo mismo que ayer, nada tenía sentido. Quería recuperar mi corazón sea como sea, pero, ¿Cómo empezar? Si lo único que había aprendido en tanto tiempo fue por ver llorar a más de cinco payasos, ¿nunca se preguntaron por qué la primavera se termina? O ¿por qué es tan fría la nieve? Quitando la roja nariz de mi rostro empecé a responder la retórica. Un niño caminaba por un callejón, de repente se enfrentó con aquel monstruo con el que lloró tres noches seguidas, lo miró de arriba abajo y el monstruo gritó, -ya no tengo miedo- dijo el pequeño y el monstruo miró sin entender, el niño siguió su camino ya que antes había hecho bang- bang- bang para que todo lo malo se aleje. Millones de voces le decían la supuesta verdad, hablaron de un cielo y un infierno, y el niño solamente escuchó muy atento, empezó a tirar rosas por el camino y por unos años fue feliz. Su sonrisa quebraba mientras caminaba, el mundo mientras crecía no era tal cual se lo pintaban, me encontró, lo encontré, los dos cabizbajos no sabíamos si mirarnos.
-Me defraudaste- me dijo.
-Lo sé…- le contesté angustiado… y entre susurros y lamentos el Sol se apagó por completo.
Vi explotar el cielo y llover sangre por la muerte de tantos ángeles que nunca existieron. Quería gritar que si había un Dios ahí arriba que aparezca porque hacía tiempo que necesitaba de su ayuda, quería decir: Ya no más. Quería decir: hasta luego. Pasé demasiado tiempo susurrando “No molesten”, tan frío como un hielo no quería que nadie se me acerque, me sentía solo en un mundo que me miraba a veces, pero cuando golpeaban la puerta de mi cuarto, enseguida en silencio hacía como si no estuviera ahí. Era una especie de catarsis mi cuaderno, un puente a mi mundo interno. Podía seguir viendo sus ojos verdes en el reflejo de mi espejo donde tantas veces escribimos “Te necesito”. Quise no seguir el mal camino, pero el diablo me llamaba cada vez más fuerte, sin siquiera pensarlo un minuto más, volvió a nevar en mi habitación, cada día más delgado era vulnerable a cualquier tipo de malestar, un viento, un llanto, un adiós, todo podía tirarme al suelo. Sabía que la heroína me estaba llevando al final de mi vida, pero, ¿Quién había escrito las reglas? Si según el ciclo de la vida yo recién estaba en la adolescencia, ¿Por qué mi destino me decía que nunca iba a conocer a mis nietos como si todo ya estuviera escrito? Sabía que mi madre aún lloraba por la vez que encontró aquella carta. Era una especie de despedida donde decía que nada estaba bien, que ya estaba viejo, que no quería crecer. Decidí maquillar mi rostro para esconderme y no darle vergüenza a mis hermanos, a pesar de que soy un tipo extraño no merecen mirar de esa manera a un niño. Nadie se imagina lo que duele no sentir, es como una especie de monotonía vacía tan gris en una historia sin sentido, y a pesar de los espejos rotos en mi cuarto, aún podía verme tan horrible, desgastado por el tiempo, muriendo por el viento, un fantasma, ya casi era un fantasma ahogado por las nubes y el humo. Tortúrenme, pellízquenme, denme una buena patada, hagan lo que sea para despertarme de esta mierda que no entiendo, no es que sea un retrasado, sino que cuando dieron las lecciones de vida en el colegio, yo me quedé mirando ese pájaro volando, ya que nunca me importó lo que me dijeron en el colegio, sigo pensando que son todos unos idiotas que se creen que porque pueden movernos y vestirnos como se les de la gana, tienen el control de nuestros sueños.
Siempre me dijeron que debo ser alguien en el futuro, como si la etapa en la que estuve viviendo era sólo un preparativo para lo que viene después. Si pudiera volver a ser niño y que me pregunten que sueño para cuando sea grande, sin dudas les diría que si pueden congelarme para quedarme en mi hamaca por siempre. No me importa que rompas mis películas, descárgate niño enfermo ya que nunca escucharon lo que quisiste decir en silencio. Llorá, yo aún no crecí lo suficiente como para olvidar lo que es un abrazo, si querés, puedo intentarlo, aunque te aseguro que voy a llorar contigo. Últimamente soy tan frágil como un cristal, pues, tanto tiempo de invierno sin abrigo bajó todo tipo de defensas en mi. Pesaba creo que dieciocho kilos menos a los que pesaba antes, mi mamá decía que nunca me había visto tan flaco como la noche de Junio que me pasé llorando en su cuarto, era un cáncer que comía otro cáncer, con el gorro de invierno puesto, hasta el Sol de las dos de la tarde se veía helado. Si querés podés olerme, estoy bien perfumado, pues con la seguridad de que hace tiempo que estoy encerrado en mi mundo supuse que mi corazón estaba por volver, pero me equivoqué, ¡Y como lo hice! Ya que sentado en el andén pasaron trenes y trenes pero ninguno respondió el mensaje que había escrito en un cartel que decía: Yo también existo.
Ultimamente la heroína era mi mejor amiga, más que una amiga, era una amante, ella nunca me traicionaba, lo único que siempre me ponía algo en los ojos para no ver su mirada. El diablo tan cerca de mí era lo único que me mantenía en el suelo acostado y sin un sueño, quizás, si hubiese podido levantarme aquel jueves, hubiese ido a presentar mis poesías de niño perdido y hubiese fracasado otra vez, y con otra desilusión de haberme sentido un idiota cerraba los ojos, me ponía mi capucha, apagaba las luces y me acostaba a dormir. Un payaso bajo temperaturas tan frías, no es un payaso, sino un extraño hasta para él mismo, y si ese payaso decide ser solamente una persona, no es aceptado, puesto que tanta pintura en el rostro había dejado una marca muy dentro mí.
Apaguen las luces, no quiero volver a ver los cuadros en el suelo. Fue sólo un momento de locura el haber destrozado todo, entiendan que mi cabeza quedó en otro lado, y esa realidad en la que me la pasaba sonriendo, quedó en el cajón de abajo donde había caído mi cabeza. Ahora solamente me quedaba algo mucho más importante que la lógica, mi imaginación que me decía que tenía que aguantar un tiempo más, quizás en el mundo existían oportunidades hasta como para personas que están tristes porque se sienten solas. Lleno de apatía quise romper otro cajón, me dolía no sentir, extrañaba darme cuenta que podía volver a decir “te quiero”, pues lo único que quería ahora era decirle a mi mamá que duerma tranquila, que todo iba a estar bien por la noche. Podía escuchar sus llantos silenciosos porque sabía que no quería hacer ruido para que ella pueda escuchar los míos, constantemente se levantaba a tomar agua, sabía que tenía mucho miedo del amanecer, vi envejecer a mis padres en nueve días, en un mes si seguían así no íbamos a poder reconocerlos, pero si me mandaran a un loquero iban a poder vencer el insomnio, pero ellos eran demasiado buenos como para deshacerse de mí, a pesar de que yo era el motivo perfecto de sus depresiones.
¿Aún no has terminado niño enfermo? No
importa que sigas con mis cuadernos, se que la nieve va a apagar el fuego, lo
único que necesito ahora es un chute y un poco de invierno, después
arrepentimiento, angustia y silencio. Seguiré durmiendo aún no quiero volver a
la escuela, todavía me acuerdo sus rostros caer y no puedo pensar en otra cosa.
Es como si el viento y el tiempo jugaran a las escondidas, el tiempo cuenta
hasta mil y el viento enseguida gana, nada como un dolor por la mañana y el
tiempo se esconde y el viento cuenta para volver. Sentía que mi vida se había
quedado sentada en la vía que filosofábamos sobre la muerte de Sofía, pero si
parte de mi muerte estaba enterrada en mi jardín y la otra parte esperaba el
pozo y la tierra suficiente, mi cuerpo estaba tan flaco que entraba hasta en
cualquier parte, lo único que no me obliguen a ponerme bonito, ya era demasiado
feo como para probarme un traje nuevo. La paloma ha muerto sin encontrar su
nido, enterré su cuerpo debajo de la casita del perro, ese era el secreto que
tanto le había escondido a mi hermano. En mi repisa tengo un payaso de cera que
me regalo Sofía y una estatua de un tipo leyendo que siempre estuvo ahí, no se
porque les cuento esto, será porque si dejo de hablar siento que algo malo
puede venir. Lejos de la psicodelia de los años sesenta se encontraba mi vida,
más bien era estar encerrado en un absurdo cuarto blanco y negro donde llovía
todo el tiempo, necesitaba drogarme para no tener miedo, pero, ahora, ¿Cómo
sigue esto? Si el papel se acababa y mi lápiz se desgastaba nadie iba a
escuchar mis llantos por la lluvia, necesitaba seguir escribiendo para que esto
deje de ser un testamento y se convierta en una salida, una puerta, algo bueno.
¿Dios? ¿Están locos? No hablo con extraños, creo que si paso por enfrente de la
iglesia algo va a lograr distraerme para que no cruce sus puertas, la religión
y yo nunca nos entendimos, no sé si era por mi amor a Nietzsche o por el miedo
de que a un Dios le guste el sufrimiento que veo día a día. Prefiero decir que
soy ateo, a decir que espero un cielo hermoso, ya que lo veo más utópico que
seguro, no cuestiono a los religiosos, simplemente no los comprendo. La única fuerza que veo ahí arriba son las
estrellas por el sólo hecho de que mi padre me enseñó sus nombres, y el
recordarlas me hace pensar en que dormir nuevamente en el techo con él, puede
volver lo antes posible. Me encantaría tener eso que todos le llaman fe, pues,
supuestamente eso te da fuerza a creer en algo como Dios y a la vez en uno
mismo, como verán, estoy un tanto angustiado, ya soy inmune al síndrome de la
hoja en blanco porque llorar en el patio siempre me inspiró. Un día escuché una canción que me hizo volar y conocer un lugar del que nunca me habían contado mis papás. Aprendí a tocar el piano para emocionar a un teatro lleno de gente diferente, sin importar el lugar en que vivían en el mundo, mi amistad no tenía color. Quería que la gente conozca el lugar más escondido de su mente con sólo escuchar una canción, pero, un día abrí las ventanas de mi casa y toqué el piano para todo el atardecer. Pero nadie se detuvo tampoco, la vida estaba totalmente descontrolada como para sentarse en el suelo a escuchar a un niño. Cerré mi piano y juré no volver a abrirlo. Me sentía angustiado, quería ponerme mi pijama, apagar las luces y acostarme a dormir, decirle a alguien que me despierte cuando termine la escuela, yo quería seguir acostado. Totalmente maduro empecé a envejecer, mis ojos cayeron un poco porque miles de tardes no tuve ganas de salir a jugar y ahora es costumbre parecer que estoy dormido. Aprendí a masturbarme en el techo de mi casa mirando las estrellas, vi como mis sueños murieron con el tiempo y los de afuera de mi habitación ya estaban todos congelados. La nieve cayó en primavera, tapó al pequeño poeta que intentaba cruzar el puente y una música triste de piano le acababa de romper el corazón a una niña, -Ayuda…- gritaba el niño poeta en silencio, pero nadie lo escuchaba, él ya estaba muriendo muy dentro de mí y nadie frenó al ver las lágrimas caer de mis ojos, mensaje de un niño diciendo: Adiós. Los pájaros y los duendes vestidos de negro bailaban sobre su tumba, un pianista tocaba una melodía triste y los pintores oscurecían el Sol, no pude ir al funeral, no por el hecho de estar tan triste, sino que no sabía que decir ni quería saber que era lo que me iba a pasar. Tenía miedo del mañana y como todo soñador que soñó más de tres sueños al mismo tiempo, el tiempo con su tiempo me congeló y quedé fuera del castillo temblando por el frío. No quería llorar todos los días y empecé a empequeñecerme, el mundo cada vez más inmenso, yo cada vez más invisible. En la nada conocí que tenía un corazón, nunca me había dicho que sentir era el principio, seguía con sufrir y terminaba con olvidar. Con la nieve por el cuello ya no podía moverme, tenía demasiado frío como para seguir en el parque, la hamaca amarilla ya no era tan divertida y el tobogán se veía de lo peor. Lloraba un niño mientras reía un payaso, se reventó un globo y se suicidó el actor antes de leer el guión. Con las ansias de decir: Acción, me senté a esperar al resto de la película, pero no llegaron nunca, de angustia habrá muerto mi pequeño poeta.
La vida es esto, tomá lo que sea… enloquecido corrí sin saber que era lo que me esperaba, sólo escuchaba el sonido del mar por la ventana de la casa en mi cuaderno. Un poco de flores, monstruos y alfajores, me fui a conocer el mundo, harto de fracasar sintiendo lo mismo que ayer, nada tenía sentido. Quería recuperar mi corazón sea como sea, pero, ¿Cómo empezar? Si lo único que había aprendido en tanto tiempo fue por ver llorar a más de cinco payasos, ¿nunca se preguntaron por qué la primavera se termina? O ¿por qué es tan fría la nieve? Quitando la roja nariz de mi rostro empecé a responder la retórica. Un niño caminaba por un callejón, de repente se enfrentó con aquel monstruo con el que lloró tres noches seguidas, lo miró de arriba abajo y el monstruo gritó, -ya no tengo miedo- dijo el pequeño y el monstruo miró sin entender, el niño siguió su camino ya que antes había hecho bang- bang- bang para que todo lo malo se aleje. Millones de voces le decían la supuesta verdad, hablaron de un cielo y un infierno, y el niño solamente escuchó muy atento, empezó a tirar rosas por el camino y por unos años fue feliz. Su sonrisa quebraba mientras caminaba, el mundo mientras crecía no era tal cual se lo pintaban, me encontró, lo encontré, los dos cabizbajos no sabíamos si mirarnos.
-Me defraudaste- me dijo.
-Lo sé…- le contesté angustiado… y entre susurros y lamentos el Sol se apagó por completo.
Vi explotar el cielo y llover sangre por la muerte de tantos ángeles que nunca existieron. Quería gritar que si había un Dios ahí arriba que aparezca porque hacía tiempo que necesitaba de su ayuda, quería decir: Ya no más. Quería decir: hasta luego. Pasé demasiado tiempo susurrando “No molesten”, tan frío como un hielo no quería que nadie se me acerque, me sentía solo en un mundo que me miraba a veces, pero cuando golpeaban la puerta de mi cuarto, enseguida en silencio hacía como si no estuviera ahí. Era una especie de catarsis mi cuaderno, un puente a mi mundo interno. Podía seguir viendo sus ojos verdes en el reflejo de mi espejo donde tantas veces escribimos “Te necesito”. Quise no seguir el mal camino, pero el diablo me llamaba cada vez más fuerte, sin siquiera pensarlo un minuto más, volvió a nevar en mi habitación, cada día más delgado era vulnerable a cualquier tipo de malestar, un viento, un llanto, un adiós, todo podía tirarme al suelo. Sabía que la heroína me estaba llevando al final de mi vida, pero, ¿Quién había escrito las reglas? Si según el ciclo de la vida yo recién estaba en la adolescencia, ¿Por qué mi destino me decía que nunca iba a conocer a mis nietos como si todo ya estuviera escrito? Sabía que mi madre aún lloraba por la vez que encontró aquella carta. Era una especie de despedida donde decía que nada estaba bien, que ya estaba viejo, que no quería crecer. Decidí maquillar mi rostro para esconderme y no darle vergüenza a mis hermanos, a pesar de que soy un tipo extraño no merecen mirar de esa manera a un niño. Nadie se imagina lo que duele no sentir, es como una especie de monotonía vacía tan gris en una historia sin sentido, y a pesar de los espejos rotos en mi cuarto, aún podía verme tan horrible, desgastado por el tiempo, muriendo por el viento, un fantasma, ya casi era un fantasma ahogado por las nubes y el humo. Tortúrenme, pellízquenme, denme una buena patada, hagan lo que sea para despertarme de esta mierda que no entiendo, no es que sea un retrasado, sino que cuando dieron las lecciones de vida en el colegio, yo me quedé mirando ese pájaro volando, ya que nunca me importó lo que me dijeron en el colegio, sigo pensando que son todos unos idiotas que se creen que porque pueden movernos y vestirnos como se les de la gana, tienen el control de nuestros sueños.
Siempre me dijeron que debo ser alguien en el futuro, como si la etapa en la que estuve viviendo era sólo un preparativo para lo que viene después. Si pudiera volver a ser niño y que me pregunten que sueño para cuando sea grande, sin dudas les diría que si pueden congelarme para quedarme en mi hamaca por siempre. No me importa que rompas mis películas, descárgate niño enfermo ya que nunca escucharon lo que quisiste decir en silencio. Llorá, yo aún no crecí lo suficiente como para olvidar lo que es un abrazo, si querés, puedo intentarlo, aunque te aseguro que voy a llorar contigo. Últimamente soy tan frágil como un cristal, pues, tanto tiempo de invierno sin abrigo bajó todo tipo de defensas en mi. Pesaba creo que dieciocho kilos menos a los que pesaba antes, mi mamá decía que nunca me había visto tan flaco como la noche de Junio que me pasé llorando en su cuarto, era un cáncer que comía otro cáncer, con el gorro de invierno puesto, hasta el Sol de las dos de la tarde se veía helado. Si querés podés olerme, estoy bien perfumado, pues con la seguridad de que hace tiempo que estoy encerrado en mi mundo supuse que mi corazón estaba por volver, pero me equivoqué, ¡Y como lo hice! Ya que sentado en el andén pasaron trenes y trenes pero ninguno respondió el mensaje que había escrito en un cartel que decía: Yo también existo.
Ultimamente la heroína era mi mejor amiga, más que una amiga, era una amante, ella nunca me traicionaba, lo único que siempre me ponía algo en los ojos para no ver su mirada. El diablo tan cerca de mí era lo único que me mantenía en el suelo acostado y sin un sueño, quizás, si hubiese podido levantarme aquel jueves, hubiese ido a presentar mis poesías de niño perdido y hubiese fracasado otra vez, y con otra desilusión de haberme sentido un idiota cerraba los ojos, me ponía mi capucha, apagaba las luces y me acostaba a dormir. Un payaso bajo temperaturas tan frías, no es un payaso, sino un extraño hasta para él mismo, y si ese payaso decide ser solamente una persona, no es aceptado, puesto que tanta pintura en el rostro había dejado una marca muy dentro mí.
Apaguen las luces, no quiero volver a ver los cuadros en el suelo. Fue sólo un momento de locura el haber destrozado todo, entiendan que mi cabeza quedó en otro lado, y esa realidad en la que me la pasaba sonriendo, quedó en el cajón de abajo donde había caído mi cabeza. Ahora solamente me quedaba algo mucho más importante que la lógica, mi imaginación que me decía que tenía que aguantar un tiempo más, quizás en el mundo existían oportunidades hasta como para personas que están tristes porque se sienten solas. Lleno de apatía quise romper otro cajón, me dolía no sentir, extrañaba darme cuenta que podía volver a decir “te quiero”, pues lo único que quería ahora era decirle a mi mamá que duerma tranquila, que todo iba a estar bien por la noche. Podía escuchar sus llantos silenciosos porque sabía que no quería hacer ruido para que ella pueda escuchar los míos, constantemente se levantaba a tomar agua, sabía que tenía mucho miedo del amanecer, vi envejecer a mis padres en nueve días, en un mes si seguían así no íbamos a poder reconocerlos, pero si me mandaran a un loquero iban a poder vencer el insomnio, pero ellos eran demasiado buenos como para deshacerse de mí, a pesar de que yo era el motivo perfecto de sus depresiones.
Creo que estoy algo loco, hasta hace un rato sentía el rico olor de mi perfume, ahora sólo siento olor a humedad. Volví a ponerme mi capucha para dejar de pensar en el perfume que también se fue, es algo inhumano, lo se, masoquismo cien por cien, pero lo único que aprendí al crecer, fue que la angustia de perder tras nacer iba a seguirme como si fuera una sombra. Intenté masturbarme, intenté masturbarme dos o tres veces más, pero no había caso, ya ni siquiera me podía parar el pene. ¿Acaso sirvo para algo? Pregunté tan retóricamente, y sin encontrar otra respuesta que grillos y maullidos sólo contesté en silencio. Tan abajo ya casi estaba todo sucio, lleno de tierra parecía un animal pero con auriculares y play station, ¿Qué será de mí en diez años? o tan sólo mañana… ¿en qué me voy a convertir? Totalmente con el cuerpo helado por la nieve había ocupado un trono en el infierno, en el segundo lugar en el podio, ni en echar mi vida al vacío podía ocupar el primer puesto. ¿Dios? ¿Están locos? ¿Qué es eso? Yo no podía creer en un Dios después de haber escuchado el estallido de tantos globos, llantos de payasos que rogaron por un mundo entero, armas invisibles que nos hacían sentir fuertes, pero tan lejos del mundo, tan lejos de mí, mis poesías sólo eran en lo que ahora me convertí, nada. Conformismo mezclado con algo relativo a la muerte, era una oveja más del rebaño negro que habían apartado en el campo y aunque quería hacerle Fuck You a la vida, la vida me ganaba con sus gestos más extraños. Ya estaba demasiado débil como para volver a subirme a la balanza, ver cuánto más había adelgazado y volver a soportar el llanto de mi madre, ¡que inconsciente! Ella cavaba su propia tumba, preocuparse por alguien como yo, era como activar una bomba y quedarse cerca para ver como funciona.