Volví a utilizar el método
de hablar frente a la cámara para descargar de alguna u otra manera todo lo que
sentía, una especie de bitácora que mi psicólogo se haría un festín al verlo
tras darse cuenta que necesito años e sesiones por haberme olvidado de contarle
tantas cosas. Simón volvió a hablar de su padre aquella noche. Sabía bastante
de él, pues de todo buen amigo se saben sus raíces. Él deseaba un hermano, me
dijo que ya tenía uno, pero que vivía en Europa, un poco lejos, ¿no creen? Le
prometí que si algún día cumplimos nuestro viaje pendiente íbamos a ir a los
mejores cabarets de España y yo iba a invitar la ronda de polvos como si fueran
tragos por servir. Siempre manejé mucho dinero, pero soy de esos vírgenes
conservadores que no quieren desvirgarse en un cabaret, aún siento que mi
primera vez debe ser perfecta, velas y flores ¡Que cursi! Pero les aseguro que
a veces hasta yo mismo me doy asco a tal punto que mis propias acciones o
pensamientos podrían hacerme vomitar.
Simón dejó de ser virgen con María, una chica e la escuela de monjas, mientras los padres pensaban que su hija estaba durmiendo en lo de Luna, María lo estaba haciendo con Simón. Sin cariño, sin amor, era sólo sexo. No es que piense todo el día en sexo, respuesta que para muchos adultos es la forma más fácil de definirnos tras describir a un adolescente, “Sexo, drogas y rock and roll” muy buena filosofía, pero para contradecir a muchos que dijeron que nosotros éramos solamente eso, se olvidaron de una parte muy grande que era nuestro corazón. Mientras María y Simón estaban encerrados en la habitación, Luna y yo escuchábamos músicas acostados en su sillón. -¿En que pensás?- ella me preguntó, y mintiendo como ya era lo mejor que hacía le dije que no pensaba en nada. A pesar de que el sexo, en ese momento, sí estaba bastante presente en mi mente. Nunca pude convencer a Luna para que me entregue su cuerpo desnudo alguna noche, algo deprimente, lo sé, quizás me imaginen como el estereotipo de un adolescente virgen de hoy, con sus jueguitos todo el día encerrado ¡pero no! Yo conocía bastante la filosofía de la calle, ya que tanto tiempo viendo caer el cielo me llevó a conocer todo tipo de historias y golpes, drogas y poetas que murieron jóvenes, libros y hermosas prostitutas que al escucharlas tanto tiempo hablar entendí el motivo más grande de por qué se habían convertido en putas: heroína, cocaína, anfetaminas y algunas hasta habían caído en esa mierda a la que le llaman paco.
Luciano se había desvirgado con Ángela, ambos totalmente borrachos hicieron una fiesta sexual en un auto. Él me dijo que perder la virginidad era crecer y convertirse de golpe en un hombre, pero, para mí que eso no podía ser, pues, yo hacía tiempo que había dejado de ser un niño, pero quizás tenía razón porque aún yo no era un hombre, solamente un insecto que escuchaba Sex Pistols para sentirse contento y a la vez enloquecer mientras me masturbaba. A veces me da vergüenza decir que con dieciséis años me sigo masturbando, demencia y orgasmos de mano no eran buena combinación para ser el chico malo, pero, tampoco era el chico bueno, eso lo tenía demasiado claro, entonces me pregunté ¿Quién mierda era en mi película?
Mi vida sexual era un asco, al igual que mis últimos años en el colegio, incluyendo éste. Tras cumplir catorce empecé a preocuparme por un destino propio que por uno dibujado por mis padres. Ya no me interesaban las matemáticas, pero mi amor por la literatura había crecido notablemente, aunque no fueron muchos los libros que me fascinaron los que me daban de leer en el colegio, quizás dos, o tal vez tres, bueno, eso no importa. Me gustan mucho los libros de Irvine Welsh, espero algún día conocerlo para poder invitarlo a tomar algo y charlar sobre cosas en las que me sentí identificado con sus historias. Eso es lo bueno de algunos escritores, que no te hacen sentir que sos la única persona en el mundo que está viviendo esto.
La catarsis de alguna u otra manera estaba dando resultado, no es que mis ganas de tener sexo habían desaparecido, sino que podía ocupar el tiempo en algo y así no me sentía tan inservible. La historia de Nacho ya se las he contado, quizás parezca medio fastidioso dedicarle todo un capítulo de mi historia a las primeras veces que tuvieron relaciones sexuales mis amigos, pero les aseguro que es aún más fastidioso tener que arrepentirse tras sentarme a escribir ya que no encuentro el motivo suficiente para volver a sonreír. Muchas veces pensé en un paraíso y obviamente que el sexo, las drogas y el rock and roll estaban ahí, las chicas más excitantes de mi colegio sentadas en una nube de humo me saludaban y susurraban para que vaya a hacerlo con ellas, escuchando Guns and Roses sentía que todo podía hacer mientras buscaba a alguien que me convide un poco de heroína. Tras sentir las ganas suficientes de volver a cabalgar en la nieve, dejé de soñar y salí a buscar un poco más de heroína. Con los labios blancos, la gente me miraba de arriba abajo, estaba demasiado pálido y no me sentía nada bien, tenía nauseas y mareo, un día me habían hablado del hecho de necesitar el diablo, pero nunca me dijeron que iba a ser tan feo. Esa vez no costó tanto, ya que rápidamente encontré a alguien que me vendiera una dosis. Pero hubo noches en las que sentía que iba a morir, les juro, me sentía demasiado mal como para seguir durmiendo, y transpirando a pesar del invierno no tenía fuerzas suficiente como para gritarle al mundo que necesitaba ayuda, la poca fuerza que me quedaba era para inyectarme y volver a acostarme, un poco triste, lo entiendo, pero, ¿Qué podía hacer? Si la heroína y yo, ya éramos una sola persona.
Muchas veces intenté dejarla, pero a los cincuenta y cinco segundos me arrepentía y la volvía a dejar entrar en mí. Sé que a veces parecía que me dominaba la apatía, pero piensen que si me convertí en esto, no es sólo por el hecho de mi severa adicción, sino que también varias veces grité, grité y grité y nadie me escuchó. Encerrado en un cuarto blanco olvidaba la escuela, quería quedarme por siempre ahí tirado, ya se que varias veces repetí lo que quería hacer por siempre, pero si supiera así rápidamente todo del mañana, no estaría escribiendo esto y estaría haciendo sólo aquello. Quizás se deban estar preguntando: ¿Cuál es el motivo por el que está tan angustiado? Y si se los tengo que decir en solamente una oración sería: que el mundo no es lo que yo esperaba. Podría salir de mi cuarto y hacer como si nada estuviera pasando, pero les aseguro que sería la misma mierda que soy ahora, ya que por mi mente pasan miles de revoluciones pero lo peor es que no puedo transformarme en un revolucionario, me encantaría cambiar el mundo, pero, ¿Cómo puedo hacer? Si aún no se cómo llegarle a las personas. Mierda, mierda, mierda.
Tomás varias veces me dijo que tener sexo era toda una aventura, donde uno se reconoce como un héroe por sólo el hecho de tener su espada, no se si entiende bien la metáfora de mi amigo, pero bueno, a él le encantaba contarme sus historias. Y yo, como siempre, escuchaba, escuchaba, escuchaba pero nunca hablaba. Un día, cuando Luna y yo ya habíamos terminado, mis amigos para levantarme el ánimo me llevaron a un cabaret. Primero tomamos unas cuantas cervezas, y las señoritas que trabajaban ahí, para no decirles putas, vinieron a nuestra mesa y se presentaron una por una, no recuerdo el nombre de todas, pero sí muy bien me acuerdo del rostro y el nombre de la que se sentó a mi lado. Se llamaba Sol, ¡Mierda! ¿Por qué justo ese nombre? Bueno, tenía dieciocho años y era de lo más simpática, le compré mi trago favorito, Margarita, y ella me agradeció. Una chica rubia con ojos verdes, hermosa por cierto, era una de esas chicas que te daban ganas de sacarlas de ahí y llevarlas a otra parte del mundo para que sea solamente de uno. Le ofrecí un cigarrillo y ella lo aceptó, varias veces le hablé de Luna a tal punto que me dijo si sabía hablar de otra cosa. Tenía razón, últimamente sólo hablaba de ella. Le dije que me cuente un poco de cómo era su trabajo, pero error, a una prostituta nunca hay que preguntarle sobre su trabajo, o por lo menos a Sol no le gustaba mucho hablar de eso. Solamente me dijo que era mejor que estar en la calle, con sólo eso, me dijo todo. Me agarró de la mano y me llevó a un cuarto, mis amigos todos gritaron de felicidad como si me llevaba el primer premio. El cuarto era un asco, pero la cama era bastante cómoda, ambos nos sentamos y me preguntó ¿qué era lo que quería hacer? ¿cuánto quería gastar? Y… bueno, ella me trataba muy bien.
Le pregunté primero si podíamos hablar un rato, no era sólo el hecho de que estaba un tanto nervioso, sino que quería tener a alguien con quien hablar esa noche, porque como saben, estaba muy angustiado. Lo dudó, pero me asintió con la cabeza. Le pregunté diferentes cosas sobre sus gustos o que soñaba de niña, le dije que yo antes escribía poesías para hacer pensar al mundo, pero ahora sólo me dedicaba a vivir el día. –Carpe Diem- dije, pero ella sólo me miró confundida, yo me reí y le dije que quería decir con esa expresión en latín. Sol parecía aburrida mientras yo pasaba el rato hablando de Luna, de Sofía, de películas y hasta le hablé un poco de mi familia. Me encendí un cigarrillo y ella suspiró, miró para un costado y yo la abracé, a pesar de que sabía que no me había escuchado absolutamente nada, a toda persona que no me mande a la mierda por pesado le tenía que agradecer. Ella sonrió y metió su mano izquierda en mi pantalón. Yo la miré fijo sin saber qué hacer.
-¿Es tu primera vez?- preguntó…
-Claro que no…- contesté fingiendo. No quería quedar como un idiota, por eso empecé a inventar una historia al igual que lo hice con tantas personas.
-Si querés podés sacarte la remera.- me dijo en el oído y me pasó la lengua por la oreja.
-Me encantaría, pero primero te voy a contar sobre una de las tantas chicas que me cojí…- mientras yo contaba mis falsas historias ella besaba mi cuello. –No creo que las conozcas, porque no viven en esta ciudad, siempre fui de estar con muchas chicas de otros lados, un día estuve con una chica tan excitante que nos pasamos casi todo el día y la noche haciéndolo como animales, no te imaginás como gritaba esa zorra…- dije riendo recordando algo que no era cierto. –Mientras mis amigos jugaban un partido de futbol, yo estaba en el cuarto de uno de ellos haciéndolo con la hermana, por cierto, es de esas chicas que parecen que nunca van a hacerlo, pero una vez que se sacan el pantalón no sabés como frenarla…- seguía contando historias, mientras ella bajaba cada vez más lamiendo mi pecho. –Una vez estuve con una veterana, esas son las mejores, tienen toda la experiencia y siempre dominan ellas. Les encanta el sexo duro y sucio, mientras más insultos, más gemidos. Todavía no entiendo a las que les encanta el masoquismo, ¿Cómo puede excitar a alguien que las golpeen? Yo nunca pediría algo así, sería ilógico, porque por el hecho de que me dolería sería imposible de que pueda tener sexo con alguien, puede ser que uno u otro insulto me guste, pero eso de golpearse es cosa de locos ¿no crees? Un día vi una película en la que se vivían golpeando con un cinturón mientras estaban desnudos en la cama, a los dos parecía encantarles el masoquismo sexual y a pesar de que la película era media aburrida, te detenías en esas partes de sexo duro…- no podía dejar de hablar y ella hacía lo posible para que yo me callara, me acostó y bajó rápidamente mis pantalones y empezó a lamer mi pene. Sé que esta parte es algo grotesca para que la lean los mayores, pero bueno, entenderán que puedo contar lo que sea en esto. Sentía un toque de satisfacción y a la vez repugnancia de mi mismo ya que no había la excitación suficiente como para empezar a tener sexo con Sol. Algo en mí me decía que no quería hacer esto, por eso le pedí que se detenga y: -¿Qué pasa?- ella preguntó algo enfadada.
-No te enojes, voy a pagarte igual…- dije avergonzado mirando para abajo.
Ella acarició mi cabeza y me dijo que no tenía que hacerme problema, que eso pasaba muy a menudo… pero a mí no me importaba que no se me haya parado el pene, lo que realmente me importaba era el dolor que sentía por dentro. Le pregunté si se podía quedar el rato hablando conmigo, me dijo que tenía que trabajar, le dije que le pagaba el tiempo que íbamos a estar juntos y ella aceptó. Nos acostamos en la cama y ya no tenía tantas ganas de hablar, solamente tenía ganas de sentir un poco de compañía femenina.
-¿Nunca te sentiste angustiada?- le pregunté.
-Sí.- respondió.
-Pero, alguna vez, ¿sentiste esas angustias en las que no te dan ganas de levantarte de la cama?- volví a preguntar.
-Sí…- volvió a responder.
-Por suerte no soy la única persona en el mundo que siente esto…- dije y quebré en un llanto incomodando a Sol que seguía estando a mi lado como si fuera mi mejor amiga, no se imaginan lo mucho que necesitaba a Sofía en aquel momento. Sol se acercó a mí y estaba completamente seguro que al empezar su noche ni loca se imaginaba que iba a tener que aguantar a un cliente así, pero yo no quería que ella me viera como un simple cliente, yo quería ser para ella una persona, un amigo, por cierto, le volví a agradecer su compañía y ella sonrió. Nos quedamos hablando alrededor de media hora y me despedí, estaba seguro de que no iba a volver a verla nunca, por eso le di ese abrazo tan tierno al saludarla. No quiso cobrarme, pero yo insistí pagarle el doble y a pesar de que ella no quería dejé el dinero sobre la cama y me fui, mis amigos me estaban esperando en la mesa.
Como era de esperarse, todos riendo y contando cada uno sus cuarenta minutos de héroes con espada, según Tomás y al verme llegar me aplaudieron, hasta me tiraron cerveza para celebrar que al fin me había desvirgado supuestamente, lo que más me gustaba de mi grupo, era que a pesar de que antes había dicho que era el líder, a lo último todos éramos iguales, ninguno era más importante que otro. Todos quisieron preguntarme como me había ido, pero yo solamente pensaba en el chute que me estaba esperando al llegar a la casa de Juan. Sin más preámbulos me inyecté en mi vena preferida y a pesar de que nunca había tenido relaciones sexuales, sentir la heroína correr por mi sangre era mejor que cualquier orgasmo, no sólo lo decía yo, sino mis amigos también y hasta Irvine Welsh también lo dijo en uno de sus libros. Nada era más placentero que sentir el caballo dentro de mí.
Pareciera que pasaron años mientras acostado en el suelo dejé mi corazón en un armario bien asegurado para que no saliera, mi cabeza se había partido en mil pedazos y la nieve, el frío y el viento hacían escarchar lo poco que quedaba de mi piel. Desperté y mis amigos seguían igual a lo que yo estaba hace un rato, ésta escena la había visto tantas en mi vida ya, que parecía una película a la que nunca querés llegar al final. -¡Mirense!- dije y quebré en un llanto otra vez. Pensarán que soy una nena de mamá al saber que lloré tantas veces en mi vida, pues no me da vergüenza decir que mi mundo a veces se parte en dos, por lo menos escribirlo en un papel, para el mundo soy un actor más perfecto de la realidad. Me encendí un cigarrillo y puse un poco de música, Simón con los ojos entreabiertos tarareaba aquella canción de Radiohead, Nacho sobre la cama lo único que repetía era lo bien que estaba, pues, era simple darse cuenta de su malestar tras pasar tres minutos y repetir veinte veces la misma frase. Fernando estaba con nosotros, no les he hablado mucho de él, ¿no es cierto? Bueno, igual, Fernando siempre callado, siempre pensando y con un alma de RockStar que cada día que fijo mi mirada en él, no puedo evitar imaginarlo con una chaqueta de cuero, conduciendo una motocicleta por la ruta sin rumbo alguno. Siempre con un cigarrillo en la boca, Fernando miraba de un lado hacia otro. No crean que él era un idiota que no hacía nada, pues si molestabas mucho a Fernando, él sin dudarlo te daba una paliza que te dejaba zumbando. Era de esos chicos impredecibles que nunca se puede adivinar su siguiente paso. Antes chocábamos bastante, pero últimamente nos llevábamos muy bien, a tal punto que puedo decir que me encantaba que Fernando esté con nosotros. Los días bipolares, él no me molestaba para nada, a veces ni siquiera hablaba, sólo necesitaba un lugar donde recostarse, un cenicero y cigarrillos, y ahí empezaba su rutina de largar humo por la boca, ¡que personaje más extraño Fernando! Bueno… tampoco ninguno de los otros era muy normal, pero eso era lo que tanto me fascinaba de mis amigos, ver lo extraños que eran, podía pasarme años escuchando alguna de sus charlas mientras fumábamos marihuana. Por ejemplo, Juan siempre dijimos que tenía un don: el don de delirar como nadie delira en el mundo. No se imaginan verlo contando historias que una persona común y corriente tardaría treinta y cinco segundo en contarla, Juan la cuenta en veinte minutos, pero no es que nos aburrimos escuchándolo, al contrario, él pareciera que tenía las llaves de nuestra cabeza y podía entrar y salir cuando se le dé la gana. Con Simón siempre nos hipnotizábamos escuchándolo, y Nacho de vez en cuando acotaba algo que nos hiciera reír, pero enseguida Juan le contestaba abucheándolo, que gracioso, no puedo evitar reírme tras recordar todo eso. Juan estaba bastante loco, tenía dos caras. La comediante delirante y la violenta, pero sin lugar a dudas las dos te hacían morir de risa, cuando mandaba el mundo al carajo nada le importaba, podía caerse algo del techo pero sin embargo él iba decir: Mierda, mierda, mierda. Varias veces nos peleamos con Juan, pero cómo nos conocemos de pequeño, en unos treinta segundos volvemos a abrazarnos sonriendo, cuando él está cariñoso, obviamente, cuando está cariñoso es la persona más tierna de todo el planeta, pero cuando está enojado, no te acerques sino querés recibir algo duro, ya sea verbal o físico. Una simbiosis entre el videojuego “El Diablo” y aquel dibujito “Hamtaro”, el cariño y la violencia llevaban una relación de interdependencia en la cabeza de Juan.
Pues bueno… volviendo a todo lo demás, el efecto ya se estaba yendo y ahora de nuevo me preocupaban los problemas que siempre me preocupan: ¿Cómo voy a despertar mañana? ¿Cuánto va a doler el no ver nada para delante? Extrañar a Luna, conseguir más heroína y no ser un ejemplo para mi hermana. El poeta había sido un buen ejemplo, o eso creo, ella siempre me pedía que le lea un par de poesías antes de dormirse. Siempre me pedía que escribiera una para ella, pero perdón hermanita, nunca tuve el valor suficiente cómo para poder escribirte algo que sea sincero. Desde que somos pequeños que siempre supe que iba a desviarme en algún momento, y el saber que iba a dejar sola a la persona que yo tenía que ser su ejemplo, fue un motivo más que perfecto como para encerrarme en mi cuarto a pasar el invierno. Mi hermano siempre me dio su mano para que pueda seguirlo, inteligente, educado y buena pinta. Era el hermano perfecto que se sintió un fracasado al verme esa noche en la calle tirado en el suelo mojándome con la lluvia. Esto es triste, lo advierto: No venía muy bien aquella noche, había bebido demasiado vodka. Fumé un poco de marihuana antes de empezar a beber y para completar la noche, bueno, ya saben, la heroína me hizo caer en un vacío. Todos habían decidido quedarse acostados en el cuarto de Nacho, pero yo estaba demasiado perdido cómo para quedarme acostado, así que dije: -Me voy- y me fui, creo que nadie me escuchó. Llovía y me faltaban un par de cuadras para llegar a mi casa a pesar de que no quería llegar así, estaba apurado por descansar, a tal punto que no quise caminar más. Me senté en un costado de la calle, frente a una pared que decía: No Future. Parece de película, lo sé, pero lamentablemente no lo es. Tras sentarme, sentía que todo caía sobre mí, los árboles, el cielo y hasta incluso mi cabeza. Miré para abajo y aún peor me encontraba, tras cada segundo que pasaba todo se volvía aún peor. Y bueno, creo que fue ahí cuando perdí el conocimiento, ya que no recuerdo que fue lo que siguió durante un rato después. Esa noche mi hermano había salido con una de sus chicas, el galán siempre tenía una distinta para ver los fines de semana, volvía en nuestro auto, mis padres siempre se lo prestaban. Por lo que entendí, llevaba a su chica a su casa hasta que vio a un chico tirado en el suelo, casi inconsciente, siempre demasiado bueno, se detiene a ver si alguien necesita ayuda, sin siquiera imaginarse que el que estaba ahí casi muerto era su hermano menor, o sea, yo. Rápidamente se bajó del auto, y: -¿Teo? Preguntó. Yo no le contesté tras no reconocer su voz. -¿Teo? ¿sos vos?- empezó a zamarrearme de un lado a otro para que reaccione, pero sus zamarreadas no eran lo suficientemente fuertes como para provocarme el daño suficiente para que pueda despertar, mientras yo me ahogaba en todo, él intentaba sacarme de ese mar. Su chica lo ayudó trayendo un poco de agua que había en el auto, no me pregunten el nombre de la chica, porque ni loco lo recuerdo, sé que me la ha nombrado un par de veces, pero siempre Casanova nombraba luego una, dos o tres más. Sé que tenía el pelo largo, nada más. Se escuchaba su desesperación, mientras que mi respiración cada vez era más lenta, les juro que sentía que esa vez, sí me había sobrepasado, que era mi hora de morir. Juntos me agarraron y me subieron al auto, que vergüenza, pobre mi hermano. Nunca quise molestar sus noches románticas, pero el romance queda de lado cuándo es tu hermano el que te necesita.
Era demasiado tarde como para poder recuperarme y que mis padres no se enteren todo lo que había consumido aquella noche, el peor ejemplo del mundo estaba recostado en la parte de atrás del auto en el que tantos viajes de vacaciones habíamos hecho con mi familia, mi hermano seguía gritándome para que reaccionara, para que despierte, para que deje de agonizar, porque como ya dije, estaba muriendo en realidad. Me dio un par de bofetadas en la cara y ahí es cuando empecé a vomitar ¡qué asco! Casi le vomito las piernas a su chica. Mis ojos bailaban por delante y luego se escondían un rato atrás, cuando se me iban mi hermano temía que algo me pasara. Imaginen si mi hermanita me veía en ese estado ¿Qué iba a pensar? Ella siempre tan inocente pensaba que cuando yo me pasaba horas dormido era porque tenía sueño y ni siquiera se imaginaba que estaba inconsciente en realidad. Me sentía tan mal al otro día por haber arruinado uno de sus polvos, le debía tantos favores que nunca le pude pagar, aseguro que si pudiera volver el tiempo atrás, le agradecería todo lo que hizo por mí, el ejemplo era él, para mí y para mi hermana. A él es a quien hay que seguir hermanita, no me mires más a mí, bastante arruiné mi vida como para sumar una ruina más en la familia.
Bueno, no lo hice tan triste, me esforcé en
contarlo como una escena cualquiera. Totalmente deprimido apagué la cámara, ya
no quería seguir hablando y recostarme en mi cama era mi único plan. Ahora sólo
quedaba esperar cuando volvía la rutina de volver a necesitar la heroína una
vez más.
Simón dejó de ser virgen con María, una chica e la escuela de monjas, mientras los padres pensaban que su hija estaba durmiendo en lo de Luna, María lo estaba haciendo con Simón. Sin cariño, sin amor, era sólo sexo. No es que piense todo el día en sexo, respuesta que para muchos adultos es la forma más fácil de definirnos tras describir a un adolescente, “Sexo, drogas y rock and roll” muy buena filosofía, pero para contradecir a muchos que dijeron que nosotros éramos solamente eso, se olvidaron de una parte muy grande que era nuestro corazón. Mientras María y Simón estaban encerrados en la habitación, Luna y yo escuchábamos músicas acostados en su sillón. -¿En que pensás?- ella me preguntó, y mintiendo como ya era lo mejor que hacía le dije que no pensaba en nada. A pesar de que el sexo, en ese momento, sí estaba bastante presente en mi mente. Nunca pude convencer a Luna para que me entregue su cuerpo desnudo alguna noche, algo deprimente, lo sé, quizás me imaginen como el estereotipo de un adolescente virgen de hoy, con sus jueguitos todo el día encerrado ¡pero no! Yo conocía bastante la filosofía de la calle, ya que tanto tiempo viendo caer el cielo me llevó a conocer todo tipo de historias y golpes, drogas y poetas que murieron jóvenes, libros y hermosas prostitutas que al escucharlas tanto tiempo hablar entendí el motivo más grande de por qué se habían convertido en putas: heroína, cocaína, anfetaminas y algunas hasta habían caído en esa mierda a la que le llaman paco.
Luciano se había desvirgado con Ángela, ambos totalmente borrachos hicieron una fiesta sexual en un auto. Él me dijo que perder la virginidad era crecer y convertirse de golpe en un hombre, pero, para mí que eso no podía ser, pues, yo hacía tiempo que había dejado de ser un niño, pero quizás tenía razón porque aún yo no era un hombre, solamente un insecto que escuchaba Sex Pistols para sentirse contento y a la vez enloquecer mientras me masturbaba. A veces me da vergüenza decir que con dieciséis años me sigo masturbando, demencia y orgasmos de mano no eran buena combinación para ser el chico malo, pero, tampoco era el chico bueno, eso lo tenía demasiado claro, entonces me pregunté ¿Quién mierda era en mi película?
Mi vida sexual era un asco, al igual que mis últimos años en el colegio, incluyendo éste. Tras cumplir catorce empecé a preocuparme por un destino propio que por uno dibujado por mis padres. Ya no me interesaban las matemáticas, pero mi amor por la literatura había crecido notablemente, aunque no fueron muchos los libros que me fascinaron los que me daban de leer en el colegio, quizás dos, o tal vez tres, bueno, eso no importa. Me gustan mucho los libros de Irvine Welsh, espero algún día conocerlo para poder invitarlo a tomar algo y charlar sobre cosas en las que me sentí identificado con sus historias. Eso es lo bueno de algunos escritores, que no te hacen sentir que sos la única persona en el mundo que está viviendo esto.
La catarsis de alguna u otra manera estaba dando resultado, no es que mis ganas de tener sexo habían desaparecido, sino que podía ocupar el tiempo en algo y así no me sentía tan inservible. La historia de Nacho ya se las he contado, quizás parezca medio fastidioso dedicarle todo un capítulo de mi historia a las primeras veces que tuvieron relaciones sexuales mis amigos, pero les aseguro que es aún más fastidioso tener que arrepentirse tras sentarme a escribir ya que no encuentro el motivo suficiente para volver a sonreír. Muchas veces pensé en un paraíso y obviamente que el sexo, las drogas y el rock and roll estaban ahí, las chicas más excitantes de mi colegio sentadas en una nube de humo me saludaban y susurraban para que vaya a hacerlo con ellas, escuchando Guns and Roses sentía que todo podía hacer mientras buscaba a alguien que me convide un poco de heroína. Tras sentir las ganas suficientes de volver a cabalgar en la nieve, dejé de soñar y salí a buscar un poco más de heroína. Con los labios blancos, la gente me miraba de arriba abajo, estaba demasiado pálido y no me sentía nada bien, tenía nauseas y mareo, un día me habían hablado del hecho de necesitar el diablo, pero nunca me dijeron que iba a ser tan feo. Esa vez no costó tanto, ya que rápidamente encontré a alguien que me vendiera una dosis. Pero hubo noches en las que sentía que iba a morir, les juro, me sentía demasiado mal como para seguir durmiendo, y transpirando a pesar del invierno no tenía fuerzas suficiente como para gritarle al mundo que necesitaba ayuda, la poca fuerza que me quedaba era para inyectarme y volver a acostarme, un poco triste, lo entiendo, pero, ¿Qué podía hacer? Si la heroína y yo, ya éramos una sola persona.
Muchas veces intenté dejarla, pero a los cincuenta y cinco segundos me arrepentía y la volvía a dejar entrar en mí. Sé que a veces parecía que me dominaba la apatía, pero piensen que si me convertí en esto, no es sólo por el hecho de mi severa adicción, sino que también varias veces grité, grité y grité y nadie me escuchó. Encerrado en un cuarto blanco olvidaba la escuela, quería quedarme por siempre ahí tirado, ya se que varias veces repetí lo que quería hacer por siempre, pero si supiera así rápidamente todo del mañana, no estaría escribiendo esto y estaría haciendo sólo aquello. Quizás se deban estar preguntando: ¿Cuál es el motivo por el que está tan angustiado? Y si se los tengo que decir en solamente una oración sería: que el mundo no es lo que yo esperaba. Podría salir de mi cuarto y hacer como si nada estuviera pasando, pero les aseguro que sería la misma mierda que soy ahora, ya que por mi mente pasan miles de revoluciones pero lo peor es que no puedo transformarme en un revolucionario, me encantaría cambiar el mundo, pero, ¿Cómo puedo hacer? Si aún no se cómo llegarle a las personas. Mierda, mierda, mierda.
Tomás varias veces me dijo que tener sexo era toda una aventura, donde uno se reconoce como un héroe por sólo el hecho de tener su espada, no se si entiende bien la metáfora de mi amigo, pero bueno, a él le encantaba contarme sus historias. Y yo, como siempre, escuchaba, escuchaba, escuchaba pero nunca hablaba. Un día, cuando Luna y yo ya habíamos terminado, mis amigos para levantarme el ánimo me llevaron a un cabaret. Primero tomamos unas cuantas cervezas, y las señoritas que trabajaban ahí, para no decirles putas, vinieron a nuestra mesa y se presentaron una por una, no recuerdo el nombre de todas, pero sí muy bien me acuerdo del rostro y el nombre de la que se sentó a mi lado. Se llamaba Sol, ¡Mierda! ¿Por qué justo ese nombre? Bueno, tenía dieciocho años y era de lo más simpática, le compré mi trago favorito, Margarita, y ella me agradeció. Una chica rubia con ojos verdes, hermosa por cierto, era una de esas chicas que te daban ganas de sacarlas de ahí y llevarlas a otra parte del mundo para que sea solamente de uno. Le ofrecí un cigarrillo y ella lo aceptó, varias veces le hablé de Luna a tal punto que me dijo si sabía hablar de otra cosa. Tenía razón, últimamente sólo hablaba de ella. Le dije que me cuente un poco de cómo era su trabajo, pero error, a una prostituta nunca hay que preguntarle sobre su trabajo, o por lo menos a Sol no le gustaba mucho hablar de eso. Solamente me dijo que era mejor que estar en la calle, con sólo eso, me dijo todo. Me agarró de la mano y me llevó a un cuarto, mis amigos todos gritaron de felicidad como si me llevaba el primer premio. El cuarto era un asco, pero la cama era bastante cómoda, ambos nos sentamos y me preguntó ¿qué era lo que quería hacer? ¿cuánto quería gastar? Y… bueno, ella me trataba muy bien.
Le pregunté primero si podíamos hablar un rato, no era sólo el hecho de que estaba un tanto nervioso, sino que quería tener a alguien con quien hablar esa noche, porque como saben, estaba muy angustiado. Lo dudó, pero me asintió con la cabeza. Le pregunté diferentes cosas sobre sus gustos o que soñaba de niña, le dije que yo antes escribía poesías para hacer pensar al mundo, pero ahora sólo me dedicaba a vivir el día. –Carpe Diem- dije, pero ella sólo me miró confundida, yo me reí y le dije que quería decir con esa expresión en latín. Sol parecía aburrida mientras yo pasaba el rato hablando de Luna, de Sofía, de películas y hasta le hablé un poco de mi familia. Me encendí un cigarrillo y ella suspiró, miró para un costado y yo la abracé, a pesar de que sabía que no me había escuchado absolutamente nada, a toda persona que no me mande a la mierda por pesado le tenía que agradecer. Ella sonrió y metió su mano izquierda en mi pantalón. Yo la miré fijo sin saber qué hacer.
-¿Es tu primera vez?- preguntó…
-Claro que no…- contesté fingiendo. No quería quedar como un idiota, por eso empecé a inventar una historia al igual que lo hice con tantas personas.
-Si querés podés sacarte la remera.- me dijo en el oído y me pasó la lengua por la oreja.
-Me encantaría, pero primero te voy a contar sobre una de las tantas chicas que me cojí…- mientras yo contaba mis falsas historias ella besaba mi cuello. –No creo que las conozcas, porque no viven en esta ciudad, siempre fui de estar con muchas chicas de otros lados, un día estuve con una chica tan excitante que nos pasamos casi todo el día y la noche haciéndolo como animales, no te imaginás como gritaba esa zorra…- dije riendo recordando algo que no era cierto. –Mientras mis amigos jugaban un partido de futbol, yo estaba en el cuarto de uno de ellos haciéndolo con la hermana, por cierto, es de esas chicas que parecen que nunca van a hacerlo, pero una vez que se sacan el pantalón no sabés como frenarla…- seguía contando historias, mientras ella bajaba cada vez más lamiendo mi pecho. –Una vez estuve con una veterana, esas son las mejores, tienen toda la experiencia y siempre dominan ellas. Les encanta el sexo duro y sucio, mientras más insultos, más gemidos. Todavía no entiendo a las que les encanta el masoquismo, ¿Cómo puede excitar a alguien que las golpeen? Yo nunca pediría algo así, sería ilógico, porque por el hecho de que me dolería sería imposible de que pueda tener sexo con alguien, puede ser que uno u otro insulto me guste, pero eso de golpearse es cosa de locos ¿no crees? Un día vi una película en la que se vivían golpeando con un cinturón mientras estaban desnudos en la cama, a los dos parecía encantarles el masoquismo sexual y a pesar de que la película era media aburrida, te detenías en esas partes de sexo duro…- no podía dejar de hablar y ella hacía lo posible para que yo me callara, me acostó y bajó rápidamente mis pantalones y empezó a lamer mi pene. Sé que esta parte es algo grotesca para que la lean los mayores, pero bueno, entenderán que puedo contar lo que sea en esto. Sentía un toque de satisfacción y a la vez repugnancia de mi mismo ya que no había la excitación suficiente como para empezar a tener sexo con Sol. Algo en mí me decía que no quería hacer esto, por eso le pedí que se detenga y: -¿Qué pasa?- ella preguntó algo enfadada.
-No te enojes, voy a pagarte igual…- dije avergonzado mirando para abajo.
Ella acarició mi cabeza y me dijo que no tenía que hacerme problema, que eso pasaba muy a menudo… pero a mí no me importaba que no se me haya parado el pene, lo que realmente me importaba era el dolor que sentía por dentro. Le pregunté si se podía quedar el rato hablando conmigo, me dijo que tenía que trabajar, le dije que le pagaba el tiempo que íbamos a estar juntos y ella aceptó. Nos acostamos en la cama y ya no tenía tantas ganas de hablar, solamente tenía ganas de sentir un poco de compañía femenina.
-¿Nunca te sentiste angustiada?- le pregunté.
-Sí.- respondió.
-Pero, alguna vez, ¿sentiste esas angustias en las que no te dan ganas de levantarte de la cama?- volví a preguntar.
-Sí…- volvió a responder.
-Por suerte no soy la única persona en el mundo que siente esto…- dije y quebré en un llanto incomodando a Sol que seguía estando a mi lado como si fuera mi mejor amiga, no se imaginan lo mucho que necesitaba a Sofía en aquel momento. Sol se acercó a mí y estaba completamente seguro que al empezar su noche ni loca se imaginaba que iba a tener que aguantar a un cliente así, pero yo no quería que ella me viera como un simple cliente, yo quería ser para ella una persona, un amigo, por cierto, le volví a agradecer su compañía y ella sonrió. Nos quedamos hablando alrededor de media hora y me despedí, estaba seguro de que no iba a volver a verla nunca, por eso le di ese abrazo tan tierno al saludarla. No quiso cobrarme, pero yo insistí pagarle el doble y a pesar de que ella no quería dejé el dinero sobre la cama y me fui, mis amigos me estaban esperando en la mesa.
Como era de esperarse, todos riendo y contando cada uno sus cuarenta minutos de héroes con espada, según Tomás y al verme llegar me aplaudieron, hasta me tiraron cerveza para celebrar que al fin me había desvirgado supuestamente, lo que más me gustaba de mi grupo, era que a pesar de que antes había dicho que era el líder, a lo último todos éramos iguales, ninguno era más importante que otro. Todos quisieron preguntarme como me había ido, pero yo solamente pensaba en el chute que me estaba esperando al llegar a la casa de Juan. Sin más preámbulos me inyecté en mi vena preferida y a pesar de que nunca había tenido relaciones sexuales, sentir la heroína correr por mi sangre era mejor que cualquier orgasmo, no sólo lo decía yo, sino mis amigos también y hasta Irvine Welsh también lo dijo en uno de sus libros. Nada era más placentero que sentir el caballo dentro de mí.
Pareciera que pasaron años mientras acostado en el suelo dejé mi corazón en un armario bien asegurado para que no saliera, mi cabeza se había partido en mil pedazos y la nieve, el frío y el viento hacían escarchar lo poco que quedaba de mi piel. Desperté y mis amigos seguían igual a lo que yo estaba hace un rato, ésta escena la había visto tantas en mi vida ya, que parecía una película a la que nunca querés llegar al final. -¡Mirense!- dije y quebré en un llanto otra vez. Pensarán que soy una nena de mamá al saber que lloré tantas veces en mi vida, pues no me da vergüenza decir que mi mundo a veces se parte en dos, por lo menos escribirlo en un papel, para el mundo soy un actor más perfecto de la realidad. Me encendí un cigarrillo y puse un poco de música, Simón con los ojos entreabiertos tarareaba aquella canción de Radiohead, Nacho sobre la cama lo único que repetía era lo bien que estaba, pues, era simple darse cuenta de su malestar tras pasar tres minutos y repetir veinte veces la misma frase. Fernando estaba con nosotros, no les he hablado mucho de él, ¿no es cierto? Bueno, igual, Fernando siempre callado, siempre pensando y con un alma de RockStar que cada día que fijo mi mirada en él, no puedo evitar imaginarlo con una chaqueta de cuero, conduciendo una motocicleta por la ruta sin rumbo alguno. Siempre con un cigarrillo en la boca, Fernando miraba de un lado hacia otro. No crean que él era un idiota que no hacía nada, pues si molestabas mucho a Fernando, él sin dudarlo te daba una paliza que te dejaba zumbando. Era de esos chicos impredecibles que nunca se puede adivinar su siguiente paso. Antes chocábamos bastante, pero últimamente nos llevábamos muy bien, a tal punto que puedo decir que me encantaba que Fernando esté con nosotros. Los días bipolares, él no me molestaba para nada, a veces ni siquiera hablaba, sólo necesitaba un lugar donde recostarse, un cenicero y cigarrillos, y ahí empezaba su rutina de largar humo por la boca, ¡que personaje más extraño Fernando! Bueno… tampoco ninguno de los otros era muy normal, pero eso era lo que tanto me fascinaba de mis amigos, ver lo extraños que eran, podía pasarme años escuchando alguna de sus charlas mientras fumábamos marihuana. Por ejemplo, Juan siempre dijimos que tenía un don: el don de delirar como nadie delira en el mundo. No se imaginan verlo contando historias que una persona común y corriente tardaría treinta y cinco segundo en contarla, Juan la cuenta en veinte minutos, pero no es que nos aburrimos escuchándolo, al contrario, él pareciera que tenía las llaves de nuestra cabeza y podía entrar y salir cuando se le dé la gana. Con Simón siempre nos hipnotizábamos escuchándolo, y Nacho de vez en cuando acotaba algo que nos hiciera reír, pero enseguida Juan le contestaba abucheándolo, que gracioso, no puedo evitar reírme tras recordar todo eso. Juan estaba bastante loco, tenía dos caras. La comediante delirante y la violenta, pero sin lugar a dudas las dos te hacían morir de risa, cuando mandaba el mundo al carajo nada le importaba, podía caerse algo del techo pero sin embargo él iba decir: Mierda, mierda, mierda. Varias veces nos peleamos con Juan, pero cómo nos conocemos de pequeño, en unos treinta segundos volvemos a abrazarnos sonriendo, cuando él está cariñoso, obviamente, cuando está cariñoso es la persona más tierna de todo el planeta, pero cuando está enojado, no te acerques sino querés recibir algo duro, ya sea verbal o físico. Una simbiosis entre el videojuego “El Diablo” y aquel dibujito “Hamtaro”, el cariño y la violencia llevaban una relación de interdependencia en la cabeza de Juan.
Pues bueno… volviendo a todo lo demás, el efecto ya se estaba yendo y ahora de nuevo me preocupaban los problemas que siempre me preocupan: ¿Cómo voy a despertar mañana? ¿Cuánto va a doler el no ver nada para delante? Extrañar a Luna, conseguir más heroína y no ser un ejemplo para mi hermana. El poeta había sido un buen ejemplo, o eso creo, ella siempre me pedía que le lea un par de poesías antes de dormirse. Siempre me pedía que escribiera una para ella, pero perdón hermanita, nunca tuve el valor suficiente cómo para poder escribirte algo que sea sincero. Desde que somos pequeños que siempre supe que iba a desviarme en algún momento, y el saber que iba a dejar sola a la persona que yo tenía que ser su ejemplo, fue un motivo más que perfecto como para encerrarme en mi cuarto a pasar el invierno. Mi hermano siempre me dio su mano para que pueda seguirlo, inteligente, educado y buena pinta. Era el hermano perfecto que se sintió un fracasado al verme esa noche en la calle tirado en el suelo mojándome con la lluvia. Esto es triste, lo advierto: No venía muy bien aquella noche, había bebido demasiado vodka. Fumé un poco de marihuana antes de empezar a beber y para completar la noche, bueno, ya saben, la heroína me hizo caer en un vacío. Todos habían decidido quedarse acostados en el cuarto de Nacho, pero yo estaba demasiado perdido cómo para quedarme acostado, así que dije: -Me voy- y me fui, creo que nadie me escuchó. Llovía y me faltaban un par de cuadras para llegar a mi casa a pesar de que no quería llegar así, estaba apurado por descansar, a tal punto que no quise caminar más. Me senté en un costado de la calle, frente a una pared que decía: No Future. Parece de película, lo sé, pero lamentablemente no lo es. Tras sentarme, sentía que todo caía sobre mí, los árboles, el cielo y hasta incluso mi cabeza. Miré para abajo y aún peor me encontraba, tras cada segundo que pasaba todo se volvía aún peor. Y bueno, creo que fue ahí cuando perdí el conocimiento, ya que no recuerdo que fue lo que siguió durante un rato después. Esa noche mi hermano había salido con una de sus chicas, el galán siempre tenía una distinta para ver los fines de semana, volvía en nuestro auto, mis padres siempre se lo prestaban. Por lo que entendí, llevaba a su chica a su casa hasta que vio a un chico tirado en el suelo, casi inconsciente, siempre demasiado bueno, se detiene a ver si alguien necesita ayuda, sin siquiera imaginarse que el que estaba ahí casi muerto era su hermano menor, o sea, yo. Rápidamente se bajó del auto, y: -¿Teo? Preguntó. Yo no le contesté tras no reconocer su voz. -¿Teo? ¿sos vos?- empezó a zamarrearme de un lado a otro para que reaccione, pero sus zamarreadas no eran lo suficientemente fuertes como para provocarme el daño suficiente para que pueda despertar, mientras yo me ahogaba en todo, él intentaba sacarme de ese mar. Su chica lo ayudó trayendo un poco de agua que había en el auto, no me pregunten el nombre de la chica, porque ni loco lo recuerdo, sé que me la ha nombrado un par de veces, pero siempre Casanova nombraba luego una, dos o tres más. Sé que tenía el pelo largo, nada más. Se escuchaba su desesperación, mientras que mi respiración cada vez era más lenta, les juro que sentía que esa vez, sí me había sobrepasado, que era mi hora de morir. Juntos me agarraron y me subieron al auto, que vergüenza, pobre mi hermano. Nunca quise molestar sus noches románticas, pero el romance queda de lado cuándo es tu hermano el que te necesita.
Era demasiado tarde como para poder recuperarme y que mis padres no se enteren todo lo que había consumido aquella noche, el peor ejemplo del mundo estaba recostado en la parte de atrás del auto en el que tantos viajes de vacaciones habíamos hecho con mi familia, mi hermano seguía gritándome para que reaccionara, para que despierte, para que deje de agonizar, porque como ya dije, estaba muriendo en realidad. Me dio un par de bofetadas en la cara y ahí es cuando empecé a vomitar ¡qué asco! Casi le vomito las piernas a su chica. Mis ojos bailaban por delante y luego se escondían un rato atrás, cuando se me iban mi hermano temía que algo me pasara. Imaginen si mi hermanita me veía en ese estado ¿Qué iba a pensar? Ella siempre tan inocente pensaba que cuando yo me pasaba horas dormido era porque tenía sueño y ni siquiera se imaginaba que estaba inconsciente en realidad. Me sentía tan mal al otro día por haber arruinado uno de sus polvos, le debía tantos favores que nunca le pude pagar, aseguro que si pudiera volver el tiempo atrás, le agradecería todo lo que hizo por mí, el ejemplo era él, para mí y para mi hermana. A él es a quien hay que seguir hermanita, no me mires más a mí, bastante arruiné mi vida como para sumar una ruina más en la familia.