miércoles, 11 de enero de 2012

10 - Mil Grullas de Papel

   A la larga los momentos divertidos  de mi vida se iban borrando de mi cabeza, muchas veces me hubiese gustado tener alguna especie de aparato que se conectara en mi mente así poder elegir qué momento recordar y cual olvidar para siempre. Tengo miedo de mañana despertar y haber olvidado aquella tarde que con Luna fuimos a aquel puente. Ella había pasado a buscarme por mi casa, yo tirado en mi cama, casi dormido, no había leído el mensaje que decía que ya estaba por llegar. Me llamó una, dos o tres veces, eso no importa, lo que sí importa es que estaba hermosa una vez más. Yo, todo zaparrastroso, mal peinado y vestido así no más porque había agarrado mi ropa rápido, no quería hacerla esperar ni un minuto más. Bajé de mi cuarto y ahí estaba, esperándome sentada en uno de los sillones de mi casa, tomaba un vaso de agua mientras me veía bajar por las escaleras, ella al verme tan apurado sonrió y: -Tranquilo- dijo. –No hay prisa- agregó. Entonces me detuve casi quince segundos y empecé a mirarla fijamente, pues ella hizo lo mismo, ambos sonreímos sabiendo que todo estaba bien. Siempre fui de detener un poco el tiempo para hacer un ajuste emocional dentro de mí, a veces la discapacidad de no querer ver las pequeñas cosas se vuelve una tortura tras la soledad. Me senté a su lado y le di el regalo que me costó casi toda una noche hacerlo. Era una grulla de papel, por poco me vuelvo loco intentando aprender origami, pero recuerdo el día en que me dijo que a ella le fascinaban todas esas cosas y pues, como nunca pude hacerle nada bueno con mis manos, algo nuevo podía aprender. No es que sea un experto, ni siquiera llego a ser un aficionado, simplemente quise sorprenderla con algo distinto para que poco a poco se de cuenta que puedo hacer algo bueno en mi tiempo de insomnio. Sonrió una vez más al ver mi obsequio y besó mi mejilla, mi madre justo entraba para ofrecernos comida y dijo: -Ay Luna. Lo que conseguiste con este chico…- como diciendo cuánto ella me había cambiado en tan poco tiempo. No podía hacerme el duro con mi madre, entonces dejé que Luna le mostrara la grulla. –Es hermosa- ambas dijeron, y yo avergonzado, un poco colorado saqué de mi bolsillo una flor de papel que también había hecho y se la di a mi madre. Por poco se desmaya dándose cuenta que nunca antes le había demostrado tanto cariño junto, me abrazó y juro que hasta por poco casi me quiebra y deja caer el llanto, la emoción de ella al verme tan bien se podía ver a más de tres cuadras. No quería cortarle su momento del hijo perfecto, pero Luna estaba ahí enfrente nuestro y mi mamá me estaba tratando como un bebé, entonces le dije que nos íbamos, que luego seguro volvíamos a cenar y: -Los espero. ¿Qué quieren cenar?- preguntó. Y ambos nos miramos y luego le dijimos que una pizza estaría bien, pero que no se preocupara porque nosotros la íbamos a traer y la íbamos a comer juntos en mi cuarto. –No hay problema- ella contestó, saludó a Luna y volvió a la cocina. –Tu mamá es hermosa- Luna susurró y yo le sonreí.
   Salimos de mi casa, el día estaba bastante nublado. Fuimos directamente hacia el puente de la ciudad, al mismo que íbamos con mis amigos, pero esa vez ella y yo solamente pasaríamos una tarde juntos. Siempre con su cámara, Luna tomaba fotos a todo lo que veía y luego me lo explicaba. Varias veces soñé despierto, viéndome como esos célebres poetas que leen tras un muro de ladrillo, sentados en una banqueta, sus poesías al público en un café. Soñaba a Luna sacándome fotos que según ella las toda foto que ella a mí me sacaba era una obra de arte, no discutía su técnica fotográfica, pero quería hacerle entender que yo no era un modelo de nada, solamente demostraba el camino que no se tenía que seguir. Luna siempre apoyó mi carrera de poeta, pues nunca entendió mi teoría del poeta que murió dentro de mí con sólo dieciséis años. Ella guardaba todo lo que yo escribía, cada papelito absurdo que encontraba con mi firma, lo copiaba o hasta incluso se lo guardaba, lo leía y después al otro día me lo devolvía, me hacía sentir importante, lo admito, demasiado bien me sentía cuando me decía que amaba lo que yo escribía. Entusiasmada siempre quería que llevara mis poesías a una editorial para que publiquen mi libro, pero no, mierda, no quería meterme en esa. Luego vendrían las críticas, las personas que no lograron entender, y el fracaso, no quería convertirme en nada importante sabiendo que yo ya estaba destinado a perder, por eso siempre mi vida estuvo en el mismo molde, al costado de todo, y mis poesías quedaban meses en cajones para luego ser cenizas.
   Al llegar al puente, ella preparó su cámara y concentrada miraba todo a su alrededor. –Esto es increíble- ella dijo y yo miré para abajo donde estaban las vías del tren. –Sí- susurré y ella tomó una foto a las perspectivas de las vías desde arriba del puente.  Yo no la molestaba en su trabajo, mientras ella tomaba fotos yo encendía un cigarrillo tras otro, de la nada me dieron ganas de escribir algo, siempre conmigo llevaba un anotador viejo y un lápiz en mi bolsillo, así que me hice a un costado para que Luna no me viera que estaba escribiendo, pero ella era demasiado astuta y enseguida me dijo que después iba a tener que leerle algo. Su madre me decía “El poeta”, me llevaba muy bien con ella, pero pocos sabían que detrás del “Poeta” también existía un adicto, obviamente nadie iba a comprenderlo, ni siquiera Luna que tanto me conocía, no iba a entender cómo por idiota me enganché en la heroína. Pero bueno, por lo menos en éste capítulo intentaré ni pronunciar el nombre del diablo que tanto me pone la piel de gallina.
   Ella seguía con sus fotografías mientras la tarde caía, yo, sentado en la escalera miraba como ella se divertía y a la vez pensaba como sería toda mi vida con ella, ¡que idiota! ¿Cómo se me pudo pasar por mi cabeza que alguien como Luna iba a querer compartir toda una vida con alguien como yo? Totalmente enceguecido, en aquellos momentos no quería ver el verdadero futuro, la vida es vida y no es un sueño, lamentablemente no pasa lo mismo que en un papel. Mientras estaba distraído me tomó más de diez fotos y: -Que me caiga algo del cielo si esto no es arte- decía y me mostraba una foto mía terminando un cigarrillo mirando perdido la estación. –Todo un filósofo mi amor…- decía siempre al mostrarme una de mis fotos y yo la abrazaba y nos sacábamos una o varias fotos juntas. No puedo decir que me encantaba sacarme fotos, ya que nunca supe como sonreír sin oír nada gracioso, pero con Luna todo era diferente, quizás no sonreía, pero al ver las fotos que ella sacaba, se podía notar la felicidad muy dentro de mí. Pues, ¿Cómo no? Si ella me hacía sentir especial. Ella siempre tan hermosa, yo siempre tan distinto a todo. Era la pieza que componía la mayor parte de mi rompecabezas, y mi mirada en el único momento que brillaba era cuando sus ojos se reflejaban en mí, luego cuando nos despedíamos volvían a ser negros, negros y cada vez más negros tras el anochecer. Ya estaba haciendo un poco de frío, los dos abrigados y encapuchados estábamos sentados en el medio del puente sin pensar en nada del mundo, sólo nosotros, o eso creo, eso yo pensaba, en momentos así nosotros éramos todo para mí, hasta me olvidaba la angustia de ya saben quien, prometí ni nombrarlo.
   Mi estómago se estaba comiendo solo del hambre que tenía y antes de decir lo mucho que se me apetecía una buena pizza: -¿Vamos a buscar la comida?- preguntó. –Me leíste la mente- contesté. –Soy psíquica- respondió. Y tomé su mano y la ayudé a levantarse mientras empecé a contarle que íbamos a tener que infiltrar la pizza a mi habitación, sino mi hermano iba a abalanzarse hacia ella, el tenía una fuerte adicción con la pizza, en broma obviamente, lo contaba en forma de chiste para que ella se riera. Llegamos a la pizzería y por suerte no había nadie. Nos dijeron que pasemos en diez minutos a buscarla. Fuimos a dar una vuelta para pasar el tiempo y vimos un par de vidrieras, mientras ella miraba cosas en los negocios, yo no podía dejar de mirarla, me enternecía tanto verla con su capucha de esquimal y aún mucho más cuando me miraba con sus ojos claros de niña feliz. Nos abrazamos mucho y después de otra vuelta fuimos por la pizza, pagué y salimos del local. Ella se ataba los cordones, mientras yo metí la caja de pizza en mi bolso, y: -¿Qué hacés?- preguntó. –Te acabo de contar de mi hermano. ¿No te acordás?- dije y empezó a reírse y yo también, una buena broma para pasar el tiempo es mejor que cualquier momento. Caminamos hasta mi casa y llegamos, todos estaban cenando espinacas en la cocina, por suerte teníamos la pizza bien guardada en mi bolso y en silencio subimos las escaleras hasta llegar a mi habitación. Puse un poco de música, corrimos las cosas de la mesita de luz y pusimos nuestra cena sobre ella. Mientras recordábamos lo bien que la habíamos pasado durante el día, abrí la caja y nunca me salen las cosas del todo bien como sabrán, el único consejo que puedo darles es que nunca metan una pizza en un bolso. El queso estaba totalmente corrido, la pizza pelada y Luna se reía a carcajadas al ver mi cara de sorprendido. No sabía que decir, yo realmente pensaba que iba a ser una cena perfecta, con música y velas y terminó en esto, a pesar de haber sido todo muy gracioso, la pizza no estaba tan mal, o quizás era el hambre que teníamos que podíamos comernos cualquier cosa.

   Mil grullas de papel prometí hacer tras no querer volver a sentir que había perdido todo. Luna se sentó en mi cama y yo en el suelo a terminar un cigarrillo, ella me miraba muy concentrada y yo no podía dejar de sonreír al ver la ternura en sus ojos mientras imitaba todo lo que yo hacía. Me tocaba el pelo y ella también, y: -¿Qué hacés?- preguntaba. -¿Qué hacés?- ella respondía, como una niña inocente jugaba al espejo y al reflejo, yo fumaba y ella imitaba con su cigarrillo invisible cada movimiento con mi boca, cada revoleo de mis ojos, cada lento parpadeo, cada juego con mi cuello, siempre fui bastante inquieto. Le guiñaba el ojo y ella repetía el guiño, -Te quiero- decía y ella respondía exactamente lo mismo. Me daba tanta gracia su juego, me parte el alma darme cuenta que esos ojos nunca más van a volver a brillar por mí. Maldito desorden emocional, el recordar me hace reír, pero el caer en la realidad me arruina. El ayer juega con el hoy en mi cabeza, un juego tan perverso me hace sentir una verdadera mierda, perdón por las continuas malas palabras, pero no encuentro un vocabulario inadecuado para expresar tanta tristeza…
Miles de momentos imaginé recordando a Luna frente a mí tarareando una de nuestras canciones, quebraba tras pensarlo, el soñar despierto últimamente era una pesadilla en realidad. Parado en la cima del planeta ya no quería más nada que volver a sentir mi corazón orgulloso de estar dentro de mí y no ésta bomba, tristes latidos enfermos de bipolaridad. Podía ver su muerte tan cerca, aunque no lo quería aceptar, podía decir que nunca iba a enamorarme de alguien como Luna, pero la vida me jugó una mala pasada e hizo que le diera todo lo mejor de mí para que ella lo guardara y perdido en un río anaranjado, todos me decían que al fin había encontrado a esa persona. Un autoflagelo suficiente como para estar toda una vida pensando en ella, nunca quise enamorarme de nadie, pero, ¿Cómo no hacerlo después de haber conocido a la persona de mis sueños?
Y amor… filosofía barata, que fácil que es tirarse a hablar después de haber asesinado a tantos niños dentro de mí. Pinché su pelota, rompí su barrilete y le dije que estaba castigado para siempre, encerrado en un cuarto a oscuras ya no quería escuchar sus llantos. Pero, si en tantas películas escuché del amor para siempre, ¿pasaría lo mismo con el dolor después de perder el corazón? Espero que no, espero que no. ¿Qué es el amor? ¿Qué es el amor? ¿Amor? ¿Qué es eso? Tan rápido se olvidan a veces las personas de las promesas hechas en invierno y otras lloran junto a su ventana esperando el regreso junto a vestigios de un deseo mal pedido. Sabía que la vida ya no era tal cual antes la soñaba, hoy los sueños eran fracasos, y los fracasos eran desilusiones que no podía remediar. La noche cada noche era más oscura, más fría, más insoportable. Me mordía los dedos, me sacaba la piel, me rasguñaba los brazos y hasta me insultaba yo mismo, con tal de sufrir siendo masoquista y no sufrir tras querer intentar olvidarla. Agarré una soga, hice el nudo exacto que mi padre me enseñó hace tiempo y até mi cuello, con mi vida frente a mí, enfrenté cada uno de mis miedos. Rápidamente desaté el nudo y dejé la soga en el suelo, aún era demasiado cobarde como para intentar suicidarme. Me maquillé frente al espejo, y miren: -Soy el payaso más triste que existió… dije hacia dentro entristecido.
   ¡Mierda! Como lamento lamentar todo lo que perdí.
    Ayer vi como mi mundo se venía abajo poco a poco, y hoy estoy debajo de mi propio mundo, siendo aplastado, torturado y congelado por el frío del invierno más gris.

   Y… ¿amor? ¿Qué es eso? No sé mucho de diccionarios pero sé de sentimientos y creo que el amor es estar feliz al decir “Estoy bien” cuando otro te pregunta ¿Cómo estás? Y sabés que respondés lo bien que estás sólo por el hecho de pensar que existe esa persona que hace más que lo posible para que vivas sonriendo. El amor es decir –Te quiero- a pesar de la tormenta o de lo frío que puede estar el mundo. Amor es imaginarte perdido en una montaña gritándole a la nada que no necesitas absolutamente más nada porque lo que parece poco para todos es inmenso para uno. Eso es el amor, creo, o eso es por lo menos cuando escucho nombrar el nombre de Luna.