jueves, 12 de enero de 2012

25 - Mi Querido Frankenstein



   ¿Qué? No entiendo. ¿Cómo que no va a volver? No, esperen. ¡Pido gancho! El que me toca es un… ¿Qué? ¿Cómo seguía? Faa… No puedo recordarlo. Primero: Lamento. Segundo: Un llanto. Tercero: Consuelo. ¿Dónde estás pequeño payaso? ¿Cómo que no vamos a volver al colegio? ¿Cuándo fue que crecimos tanto?
Mamá, ¿Qué hay de cenar? ¿Mamá? ¿Mamá? ¿Cómo que no está? Y… ¿A dónde se fue? Aún yo no aprendí a cocinar, ni idea lo que es perder, tampoco la soledad. ¿Te quiero? ¿Qué es eso? Yo no tengo corazón, el tiempo y el viento jugaron ayer conmigo, no se cual de los dos se lo llevó pero dudo de que siga vivo, el tiempo es una mierda y el viento es bastante frío. Lo imagino bajo la nieve todo destrozado, buscando esperanzado volver a latir, pero no corazón… hace tiempo que morimos una noche de tormenta pero aún seguimos en pie. No llores por mí. No siento nada por dentro, simplemente le grité al viento que pudo haber sido distinto y haberme dado otro intento. –Te necesito- susurré, hoy estoy bastante más pálido que ayer, las amigas de mi hermana me dicen que estoy raro ya que nunca las saludo. ¡Estúpido, estúpido, estúpido! ¡Dejá de alejar a la gente de tu lado! puedo ver mi reflejo congelarse contra el espejo y: -Te extraño- escribí. Me encendí un cigarrillo y pensé: ¿Hace cuánto que fumo? Si ayer era un caramelo lo que había en mi boca, ¿Por qué hoy sale tanto humo de ella? No lo sé, no lo sé, no lo sé. No puedo responder tantas preguntas que hay en mi cabeza, ya que primero tengo que encontrar las pistas para resolver el misterio de mi existencia. ¿Qué hago acá? ¿Se permite llorar? El mundo se volvió tan grande hoy a la mañana que ya ni los monstruos de mi armario entran por la ventana. Los mataron sin haberme preguntado. ¿Qué más hicieron sin consultarme? Ah sí. Mis ojos aún son más negros y no hay soga para frenar al mundo y sentarse a ver el Sol.

Los chicos no lloran.
Los chicos no lloran
Los chicos no lloran

   Muy joven para sufrir, muy viejo para vivir de una fantasía. El mundo me obligó a que crezca, me tiró de mi hamaca, me dijo: Esto no es un juego y retándome moviendo su dedo me dio a entender que ya no era un niño. –Ponete esto, esto y esto- ¿pero cómo? No entiendo. ¿Por qué estamos vestidos igual papá? ¿cómo que mi hermano se gradúa? Si ayer nos masturbábamos juntos a escondidas, ¿Cuándo fue que se convirtió en un adulto?  Si nos llevamos sólo un par de años significa que pronto tengo que empezar a estudiar para elegir que hacer de mi vida. ¿No es cierto?
Me dijeron varias veces que deje de buscar formas en las nubes, que deje de buscar rostros extraños en el cielo, que mire para el suelo y me suba los pantalones. –Hora de crecer…- ¿Quién dijo eso? ¿Cómo que nadie? No creo haber escuchado cualquier cosa. Mientras una rosa se quemaba por la lluvia, el tiempo destruyó todo tipo de inocencia en mí.

   -Te quiero. Te quiero. Te quiero- me gustaría saber donde está. ¿Cómo que muy lejos para ser mi corazón? Podrán decirme a qué hora despertarme, gritar para despabilarme, pero yo voy a seguir eligiendo el transcurso de mi amor. ¿Irresponsable? No me estoy riendo. Es más, me angustia demasiado verme tanto tiempo en silencio, hay veces que hasta olvido como se veía mi rostro sonriendo en una foto. ¿Así me veía? Que tierno. Y… ¿Dónde está este chico? ¿cómo que ya no es mi amigo? Si nuestro mundo era tan pequeño para que uno saliera, no pudo haberse ido muy lejos. Quiero darle de comer al perro. ¡Perrito, perrito, perrito! ¿cómo que murió? Lo atropelló un auto y yo estaba tan perdido que ni cuenta me había dado, dejen de mentirme y pásenme esa roja nariz. ¿Qué tal me queda? Empecemos a fingir.

   No cuentes otra vez ese chiste. Sacá esa canción. No me abraces, ¿no ves que estoy de mal humor? ¿Cómo que “El Rey León” pasó de moda?  Quizás algún día lo pase yo también. ¿Qué soy demasiado grande para sentarme en el tobogán? Bueno, me prendo un cigarrillo y parezco un poco mayor. Mierda, mierda, mierda, ¿Qué hago acá? Filosofía de niño perdido, narices rojas y un mundo que cambiar. ¿Ya no me querés abrazar? La distancia dijimos que no iba a cambiar nada, si ayer dijiste que esos ojos verdes siempre iban a brillar por mí, ¿Cómo me podes decir que ya no existe algo entre nosotros? Aún puedo darte lo mejor. Algo dentro mío me decía que siga adelante, pero nunca terminaba la oración. Perdido en medio del camino, ya no quería ver más nada.
   No estoy llorando. Déjenme tranquilo. Corrí hacia mi cuarto porque hacía tiempo que no corría. No importa que rompas mis películas, descargate niño enfermo, ya que nunca escucharon lo que quisiste decir en silencio. ¡Que no quiero conocer más gente!, ¿Por qué no podés entenderlo? Ya estoy harto de presentarme, hablar un poco de mis cuentos, decir que el poeta está muerto, evadir temas de sexo, drogas y rock and roll y hablar de mis familiares, amigos y recuerdos. Ya los que quieran conocerme, tendrán que aceptarme como el cadáver del niño que alguna vez fui. Un poco triste, un poco distante, un poco asustado, un poco pálido, un poco distraído. Ni mejores, ni peores, solamente ya no estamos juntos, sin nosotros, sin nada, con todo y con nada al fin. Listo. Empecemos, estoy ansioso por crecer.

   
Querido Frankenstein:
   ¿Así nos decían cuando no éramos dos, no? Sí, estoy seguro que era así. Querido Frankenstein, te escribo esta especie de carta, este desahogo para contarte lo absurdo que se volvió el mundo después de tu muerte, quizás me notes extraño, o quizás ya ni siquiera me reconozcas, pero puedo asegurarte que soy yo, que soy vos, que soy quien quedó. Estoy un poco nervioso, tengo miedo de que no me creas que soy yo quien te está escribiendo, porque me doy cuenta lo mucho que he cambiado. Estoy un poco más alto, pero mi mirada sigue siendo la misma que ayer, un toque más triste, un poco más oscura, pero en fin, es la misma. En verdad no se por donde empezar, sería bueno que estés acá conmigo y escribamos juntos como antes lo hacíamos…
   Querido Frankenstein, ¿todavía te acordás por qué nos decían así? Era por la cicatriz en nuestra frente y nuestra extraña manera de caminar, al principio dolía el nombre de un monstruo, pero en el fondo, ese monstruo tenía corazón. Me acuerdo como si hubiese sido ayer el día en que papá nos leyó la historia, estábamos tan dentro que nos creíamos cada uno de los personajes, era algo tan lindo sentirse un niño, las caricias, los abrazos, ser el centro de atención, pero bueno, quizás querés saber como está papá. Sigue siempre igual, trabaja por igual y su sonrisa sigue igual, de vez en cuando me pregunta si sigo rezando como cuando era un niño, pero papá no se dio cuenta todavía que Dios y yo ya no éramos tan amigos. No quiero tocar mucho ese tema, ya que puedo ofender a alguien. Aprendí a lastimar personas querido Frankenstein y Mamá también sigue bastante igual, su locura y su sensibilidad siguen teniendo el mismo peso en la balanza de nuestra amistad, a veces la veo con ojos tristes y ella enseguida se da cuenta que algo me pasa y viene, me abraza y me escucha, pero otra veces querido Frankestein, nos miramos con ojos como si fuéramos a matarnos, a arrancarnos los pies, cabeza y manos, pero bueno, vos sabes cómo es ella, es la mejor. Nuestros hermanos crecieron, él sigue siendo perfecto y ella aún más linda que ayer. Pero este desahogo, no es para hablarte de nuestra familia, sino para contarte todo lo que yo siento.

   Querido Frankenstein, hagamos como que vuelvo a empezar. Desde el día de tu funeral, por cierto, perdón por no asistir, desde la noche anterior sabía que al día siguiente iba a despertar sin una parte, pero nunca imaginé que esa parte ibas a ser vos, todo se volvió aún más difícil, aprendí un montón de cosas por inercia y experiencia. Si vieras que rápido ahora puedo sumar, restar, dividir y multiplicar, estarías orgulloso de mí, pero si vieras cada día que me maquillo al despertar después de haber tenido una pesadilla, poniéndome una roja nariz para salir a caminar, me preguntarás que hago, pero la vida me enseñó que hay preguntas que no tienen respuestas. Perdí el corazón más de mil veces, ¿querés saber que es eso? Recordá la sonrisa de aquella niña que iba con nosotros al jardín, me acuerdo que sentíamos como gusanos que pasaban por nuestro estómago, bueno al principio es una sensación parecida a esa, pero luego sentís algo que se llama “amor”. Creo que lo sentí, o creo que eso era, pero lo peor es cuando ese amor decide partir, después de haberte mostrado la primavera más hermosa que habías conocido, se va, se va sin decir “Ahora vuelvo” o quizás un “hasta luego” se va sin decir nada bueno, solamente “Adiós…”. ¡Ay querido Frankenstein! Si te dieras cuenta lo mucho que te necesito acá conmigo.
   Soñé de más de mil maneras, pero de esas mil, dos mil fueros fracasos, como verás aprendí a hablar con sarcasmo. Muchas tardes busqué un amigo, pero mientras más conocía a las personas, más extrañaba tu presencia. Claro que conocí a personas increíbles, pero verlas crecer me hacían empequeñecer aún más, sabiendo que no quería seguir en este mundo. Aprendí muchos chistes y vi tantas películas solo,  pero que más, Frankenstein muchas personas viven así. Lo que en verdad quiero, es contarte el motivo de mi angustia…
   Pase días y días encerrado, te lo puedo jurar, siento un vacío inmenso que creo que nunca nadie ni nada va a poder llenar. Pensé en muchas cosas, pero ninguna me da los motivos suficientes para seguir querido Frankenstein. Anoche recordé las veces que juramos ser por siempre todo, pero totalmente engañado seguí mi rumbo. ¿Podíamos pensar algo distinto? Claro, pero, ¿de qué servía? Por eso los ángeles cayeron del cielo sin paracaídas, jóvenes filósofos gritaron su despedida entre agujas y silencio. Sofía tampoco está y Luna cerró los ojos. Si, realmente me siento muy solo, por eso acudo a este mensaje, ni loco te molestaría sino fuera una emergencia, la prisa de sentirme diferente ahoga todo tipo de palabras en mí. Te necesito pequeño, necesito volver a ser quien era ayer. Conocí al diablo y a todos sus seguidores, encerrados en un cuarto con niebla el frío era insoportable, todos incómodos en el suelo, las sillas no eran acolchonadas como en aquella Navidad, estaba sucio el suelo y mi pantalón desgastado al igual que mi cuerpo parecía color miel.
   Te daría tanta vergüenza en lo que me convertí, juré no intentar pertenecer a algo distinto, pero todos me obligaron a crecer de esta manera, no había otra, pocas oportunidades hay para los ex poetas que ya no quieren escribir y nadie entiende el por qué. ¿Querés saberlo? Nunca pensé que la felicidad podía ser fingida, pues eso quiere decir que nada es tan puro cómo lo eran los momentos en los que estábamos juntos querido Frankenstein, y si mis amigos partieron para no volver, ¿Quién me asegura algo en esta vida?
   Y querido Frankenstein… lamento decir que he perdido mi corazón, antes sentía algo mucho mejor que ahora, y el “ahora” no siente más, es cómo desear un toque de mariposas en el estómago o aunque sea la tristeza de perder todo lo que significó tu existencia, ¡pero no amigo! El tiempo me volvió tan frío. A tal punto que mi barco no vendrá, se quedó congelado navegando en el mar emocional y perdido en el centro el cielo cayó, murieron los sueños, murieron los colores, murieron las canciones, murió todo a su alrededor. Pero ahora me encantaría poder odiar, odiar ver su sonrisa brillar mientras mi rostro sigue cayendo cada día más, sentir que puedo matar todo tipo de recuerdos en mí al ver sus ojos revolotear en el cielo haciendo como si yo nunca fui nada en verdad. Pero te dije querido Frankenstein, creo que nunca voy a poder comprender la verdadera felicidad. Recordar sus brazos sobre mi cuello me da nauseas, no por bronca, ni dolor, sino por los sentimientos nulos que llenan mi interior, soy como un zombie sin corazón que se levantó después de muerto para fingir una sonrisa, soy como un zombie podrido de vivir que permaneció viviendo en Septiembre durante la lluvia del tiempo real, soy como un zombie que se refugió en el infierno ya que en el cielo nunca hubo un lugar para mí, soy como un maldito zombie que se comió su corazón, caníbal de su propio mundo interior dejé en silencio de reír primero, para dejar de llorar después, totalmente helado por dentro dejé de sentir para dejar de vivir. Totalmente apático dije que esto ya no era para mí…
   Mamá y Papá van a extrañarme, lo sé muy bien, no se imaginan cuánto voy a hacerlo yo, cuánto voy a extrañar las noches de verano y las tardes de lluvia en Otoño. Ver una película con un café con leche en las manos, tapado con una sábana en mi sillón sin nada en que preocuparme. Fumar un cigarrillo escuchando una de mis canciones favoritas, voy a extrañar elegir que disco escuchar al anochecer. Cerrar la puerta de mi casa antes de ir a una fiesta. Poner la llave para volver a entrar después de haber sido una noche perfecta. Ver fotos y recordar cada momento. Voy a extrañar abrir la heladera y encontrarme la comida a la madrugada esperándome a que yo tuviera hambre. Ver la mesa puesta y gritar de alegría. Voy a extrañar festejar cualquier cosa y reírme de los chistes malos de mi papá, voy a extrañar el mal humor de mi hermana al despertar e imaginen que si voy a extrañar tanto extrañar a Luna, ¿Cómo no voy a extrañar recordarla como lo mejor que me pasó en la vida? pero no, no es que hago esto por ella, sino el motivo suficiente es como dije: la pureza está muerta. Las estrellas caídas y el Sol negro, un amanecer sin motivos, un silencio silencioso, un mañana sin esperanza. Y me equivoqué, como siempre me equivoqué al sentir que podía seguir cómo si olvidar los rostros de tantas personas fuera tan fácil, pero ese tampoco es el motivo, ellos no tienen la culpa, sino que es la comezón de mi cuerpo desgastado sin un corazón, las pocas ganas de sentarme a escribir o a ver un cuadro al atardecer, me voy porque no quiero sentir que puedo crecer como crecen las personas, no quiero seguir no siendo lo que quiero en verdad ser, no quiero seguir viendo morir mis sueños tras un nuevo día. Pero, ¿Qué voy a extrañar todo? Eso es obvio, estoy llorando por las pequeñas cosas que mañana seguro ya no estén. El olor de un nuevo libro, el brillo de las calles mojadas, el sonido de los grillos, las paredes pintadas, la arena en la playa, el mar y sus olas. Una cena con mi abuela, una charla con mi tío, una cerveza con mi hermano. Mi mundo ya no era el mismo al darme cuenta que yo había dejado de ser el mismo hace tiempo, y mi tiempo ya no era tiempo tras pensar que hacía mucho que no podía pensar en algo que no me angustiara. Decidí derramar mil lagrimas más, pero los ríos ya no corrían por el mismo lugar, sino que estancados se pudrían dentro de mi alma y así quedaba, podrido por dentro, sin nada que hacer, sin nadie con quien hablar, sin, sin, sin, sin palabras para decir empecé a tartamudear. Temblaba, temblaba y no dejaba de temblar, recordando y recordando cada uno de sus besos me perdía en un mundo creado por mis miedos, y si me preguntan qué es lo que más voy a extrañar, supongo que diría soñar con algo distinto, soñar con un nuevo mundo, soñar con algo mejor… me voy porque perdí la facultad de soñar, mis sueños quedan en estas hojas, el poeta muere de por sí al terminar ésta hoja. Y ya lo dije, pero te lo voy a repetir querido Frankenstein, no soy bueno para dar consejos al no ser ejemplo de absolutamente nada, solamente quiero que no mueran más niños, por eso que nuestro recuerdo quede en vos, que la gente nos recuerde sólo por vos y nada más que en vos, te quiero amigo y siempre te voy a extrañar, perdón por haberte defraudado tantas veces, prometo no hacerlo más.
   Adiós querido Frankenstein, ahora si estoy listo, el nudo perfecto y la silla está sobre la mesa, a la cuenta de diez voy a saltar.
  Uno… no puedo, no puedo evitar llorar amigo, pero sé que podés seguir solo, en cambio yo no puedo seguir sin vos.
   Dos… Perdón, perdón, perdón, sé que hubieses siempre deseado algo mejor.
   Tres… tengo miedo, toda mi vida viví con miedo.
   Cuatro…
   Cinco…
   Seis…
   Siete… perdón también por el silencio, pero una vez más no sé qué es lo que tengo que decir.
   Ocho…
   Nueve…
   Y… Nunca me olvides pequeño.
   Diez… Adiós querido Frankenstein.

   Adiós…